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En forma

València siempre ha sido una cantera de excelentes profesionales de la tijera y el dedal: abundancia de mentes ingeniosas y menos hábiles manteniendo vivo el buen oficio de la costura. Que actualmente está demostrando que se encuentra en ebullición. Así lo deja ver la enorme cantidad de aspirantes a participar en ese nuevo programa televisivo Maestros de la costura, próximo a estrenarse. Es una especie de Master Chef de la aguja, que tendrá en el jurado a diseñadores tan cualificados como Lorenzo Caprile, María Escoté y Alejandro Palomo, el combativo responsable de su firma Palomo Spain. Por cierto, en la organización de este concurso tiene parte muy activa -puesto que trabaja en la productora- uno de los grandes valores que surgieron en la extinta Pasarela del Carmen o Valencia Fashion Week: Alejandro Sáez de la Torre.

Centrándonos en nuestra ciudad, hay que elogiar la gran labor que lleva a cabo el Gremio de Sastres y Modistas, como se ha puesto de relieve en la II Semana de la Costura, hace poco, en el Ateneo Mercantil. Desde los variados accesorios que diseña M.ª Rosa Fenollar para Brotocó Atelier hasta el impecable historial de Dolores Enguídanos, pasando por la delicadeza de Rosa Blasco, la brillantez de Higinio Mateu, la veteranía de Julio Vera, el «glamour» de Claudia Bernedo para Greta, el sensitivo temperamento de Luis Rocamora y la interesante novedad de Jorge del Buey, el desfile permitió apreciar el alto nivel de los diseñadores y modistas valencianos en su lucida y justamente aplaudida exhibición.

Por su parte, otra colección de gran calidad desplegó la inspiración y dominio técnico alcanzados por Dolores Mollá, que la presentó en el transcurso de un evento empresarial y benéfico del Rotary Club Valencia celebrado en el Hotel Valencia Palace. Dolores Mollá, según afirma, quiso a través de sus modelos «transmitir sosiego, dulzura, alegría». Lo consiguió mediante colores suaves y armonías tenues, partiendo de los rosa y los gris plata en los conjuntos de calle, para pasar después a los tonos arena y teja en los trajes de cóctel y fiesta; un cromatismo obtenido artesanalmente en el propio taller, donde los bordados manuales, la pedrería y las «paillettes» adornan acertadamente los cuerpos ajustados o algunas faldas con vuelo, aunque sin excesivo volumen. Cerraron el desfile cinco vestidos de novia muy en clave romántica, manejando tul, gazar y piqué de seda en vaporosas y favorecedoras líneas. Todo puso de relieve la formación clásica de su autora, dentro de los más exigentes códigos de elegancia que son el sello de la alta costura. Que, a juzgar por los ejemplos citados, se encuentra en plena forma.

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