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Pequeñas infamias

Si el Gobierno cree que no nos hemos dado cuenta de la incoherencia de convocar elecciones en Cataluña y tener en la cárcel a dirigentes de la mitad de los partidos que se presentan, está muy equivocado: nos hemos dado cuenta. Quizás se trate de tomar rehenes para una negociación ulterior. Tampoco acabo de ver cómo se puede condenar a más de dos años de cárcel a unos raperos que, supuestamente, loaron al Grapo, grupo terrorista que ya no existe (y sobre la naturaleza del cual hay fundadas dudas). Como «apología del terrorismo» vale lo mismo que aclamar a las huestes de don Pelayo o a los cosacos del Don, pero ya veo que han desatado la caza del desafecto.

En cambio, no veo, ni de lejos, la misma prisa por empapelar a esas mulas uniformadas de la policía local de Madrid que cantaban las glorias de Hitler y hacían prédica de la limpieza étnica. Regresión. Contrarreforma que ya iba muy avanzada con la Ley Mordaza y otras invenciones de cuando la derecha sufrió un ataque de pánico por la eclosión de Podemos. Otra vez el trono y el altar, creo que me voy a pedir la nacionalidad francesa.

El profesor Villacañas, decía en un artículo publicado en Levante-EMV (Urge otra ley electoral), que antes de tocar la Constitución, habría que reformar la ley electoral. Sí queridos, esa ley que privilegia a la España despoblada y cereal y castiga a las grandes concentraciones urbanas. Pero no las castiga por ser más, sino por votar algo distinto de lo justo y necesario. O sea, por no votarlos a ellos. Paseen por algunas ciudades castellanas y verán cuántas calles dedicadas a Sanjurjo, Franco, Queipo de Llano, Primo de Rivera: la flor de la tradición liberal. Dice Villacañas que el Gobierno ampara «una distorsión de la representación» y «no ha impedido las prácticas corruptas de los agentes políticos que representan a ese electorado más arcaico». Para eso hicieron la ley, claro. Por cierto, una ley que rige, asimismo, para las elecciones catalanas: también allí favorece a la derecha, no a la derecha en V.O., bendecida por los obispos, sino a la subtitulada en catalán.

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