Un vidente estaba convencido en 2015 que la IX Legislatura de les Corts no llegaría a término. Pensaba que Podemos y Compromís deseaban crear el hecho diferencial durante este mandato con cualquier escusa. Es decir, obligar al PSPV a convocar para votar en una fecha diferente al resto de comunidades y elevar a los altares a algún joven por conocer en el primer caso o a Mónica Oltra, con permiso de Enric Morera, en el segundo. Aunque en realidad este desconcierto solamente permitiría el regreso de las huestes más conservadoras.

El guion, nunca escrito por el vidente, comenzó a cumplirse con la caída de Montiel y la ascensión a síndic del desconocido Antonio Estañ, lo que le hacía albergar esperanzas de montar un canal televisivo para adivinar el futuro y forrarse como Rapel. Las maniobras del partido morado para reventar el pacto del Botánico, amenazando vetar los presupuestos o llevar al Constitucional la ley de protección de la huerta, le ilusionaron sobremanera.

Sumido en una especie de levitación mística, decidió contar los progresos de su teoría a un oyente que encontró en un parque jugando solo al ajedrez. El oyente no acababa de entender el entusiasmo por la política del recién llegado, pero aceptó escucharle para tener un compañero de juego. A él no le interesaban los partidos que pugnan por algo que jamás conseguirán. Es un quítate tú para ponerme yo, pensaba. Aún así le parecía que, siendo progresista el vidente, no debía alegrarse de los descalabros del Consell, por mucho que no estuviese a la altura de las expectativas creadas después de veinte años.

El vidente insistió en su teoría sin prestar atención a las piezas que movía con desdén. No era nada personal, su premonición se basaba en cuestiones objetivas. En cierta medida, el oyente estaba molesto de que siguiera hablando y no atendiese el juego. Así que le aseguró falazmente haber oído que Bonig se frotaba las manos. Que la nueva tigresa popular esperaba mejorar los resultados de Fabra para ser la primera mujer en ocupar la presidencia de la Generalitat, y que le hacía especial ilusión derrotar en este aspecto a la líder de Compromís. Cuestión que al llegar a oídos de Oltra se había convertido en un sainete que cantaban las niñas. De fuera vendrán...

En principio, el vidente no se dejó convencer. Estaba convencido de que en pocos meses vería cumplido su temprano vaticinio. El oyente cargó las tintas, mientras preparaba una celada para dejar sin reina a su oponente. Insinuó que en el cuartel general de Compromís habían tocado a rebato. Las trastadas de Grezzi en el Ayuntamiento del cap i casal hacían imprescindible unir las elecciones municipales con las autonómicas para tapar tanto desorden en la ciudad de València. Según le aseguró corría el rumor de que el concejal es un submarino morado.

-Imposible, dijo el vidente, la papanoelada no estaba en el guion. Si no hay desfile de moteros, adiós a mi consultorio. Se levantó y dejó la partida a mitad, dispuesto a convencer a Ximo Puig para que convocase elecciones en primavera. El oyente perplejo imaginó que ya no volvería y continuó con la intención de desarmar la celada que amenazaba la reina blanca.