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Opinión

Ya ni las aves pueden hibernar en València

El cielo de València se cubría de ese humo que produce la quema de la paja del arroz que se cultiva en nuestro querido y valiosísimo Parque Natural de la Albufera. Ese humo que ya conocemos desde hace años quienes vivimos en el término municipal de València y que nos encantaría no conocer; pero por el momento no existen alternativas viables a la quema de la paja del arroz que producen nuestros arrozales. Arrozales, que dicho sea de paso producen uno de los alimentos que componen la dieta mediterránea, tan valorado para nuestra salud como es el arroz, y arrozales que por otra parte mantienen la Albufera, gracias al trabajo de nuestros agricultores.

Al mismo tiempo que «sufríamos» ese humo natural, sufríamos también ese otro humo «político» de quienes ante la incapacidad de resolver un problema del que hicieron bandera desde la oposición en su momento y desde el gobierno en la actualidad, han sido incapaces de resolver este problema, que si tuviera solución real y completa, ya hace años que se hubiera resuelto. Para acabarlo de arreglar, al dilatar el periodo de la quema de esta paja, han impedido que las aves migratorias pudieran hibernar en la Albufera, y pasaran de largo hacia lugares más «amables». Y todo ello sin mencionar a la primera autoridad municipal, que también demostró su nulo apoyo a nuestros arroceros de la Albufera, culpándolos de la contaminación en València sin más, emulando seguramente a la Sra. Carmena.

La Generalitat, con este gobierno bipartito, o más bien unipartito (con comparsa incluida) ha fracasado estrepitosamente en su gestión medioambiental. El conflicto se ha instalado en todas sus decisiones (cuando las toman) y sobre todo en todas sus indecisiones (que son generalizadas) y lógicamente esto supone un grave perjuicio para los intereses valencianos.

Por si esto fuera poco, nos proponen un proyecto de ley de la Generalitat de la Huerta de Valencia, que ha generado importantes reacciones de los propios agentes agrarios y que ni protege a los agricultores, ni lleva aparejada una financiación específica para su aplicación, entre otras muchas cosas.

La gestión medioambiental de la Generalitat es nula y errática, fruto también de la división interna de la Conselleria de Agricultura, Medio Ambiente, Cambio Climático y Desarrollo Rural que se debate entre posicionamientos ultra-radicales y otros más moderados sin que se llegue a ningún lado. Estamos en la segunda parte de esta legislatura sin que nada nuevo se haya llevado a cabo en esta materia; solo se ha producido un intercambio de dardos entre las dos consellerias (entiéndase enfrentamiento entre dos ideologías muy distintas) que ha supuesto que nada de lo que dijeron en campaña electoral se haya materializado.

El caos se ha instalado en la gestión medioambiental de la Generalitat, frente a una sociedad que observa atónita la gran cantidad de «ocurrencias» que se les proponen, y sin saber al final, si su lata de refresco debe seguir introduciéndola en el contenedor amarillo (de envases) o pagar por su reciclaje o llevarla al establecimiento en la que la adquirió. A ver si se aclaran, y nos lo aclaran.

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