Una de las afirmaciones recurrentes a la hora de alarmarse por la baja tasa de natalidad en España es que según envejezca la población sin renovarse al mismo ritmo con nacimientos, no habrá capacidad económica para mantener las pensiones en un futuro cercano. Sin embargo este enfoque es fruto de una gran simplificación: el hecho de tener hijos no implica que el sistema vaya a darles un trabajo contributivo, como podemos comprobar con la alta tasa de paro juvenil en nuestro país -casi del 50% en 2015.

Por otra parte, la estabilidad de las pensiones no es algo que tenga que ver solo con la tasa de población activa que pueda sustentarlas, sino con un modelo político y economico que las defiende o las combate. La tendencia de los gobiernos neoliberales como el nuestro, siempre prestos a defender las medidas de austeridad para beneficiar el crecimiento y a las empresas, es a impulsar la sanidad y los seguros privados, a la vez que se adelgaza o se deteriora la protección social pública. Si nos fijamos en la Argentina de Macri, por ejemplo, están ahora mismo tramitando una importante ley para reducir las pensiones -con protestas de lo más sonadas por cierto. Sin embargo en Argentina la tasa de fecundidad fue de 2,31 hijos por mujer en 2015 -casi un hijo más que en España, con una tasa de 1,33 en ese mismo año- , es decir que su población rejuvenece, no envejece.

En realidad, este problema hay que abordarlo desde una dimensión global y no nacional, e ideológica, no solo reproductiva. Y desde esa perspectiva global debemos concluir que somos muchos, demasiados, por dos importantes razones. La mecanización, la digitalización y la robótica están acelerando vertiginosamente el proceso de sustitución de mano de obra por máquinas, proceso que comenzó en el siglo XIX con la primera revolución industrial y que generó las conocidas protestas luditas. En contra de lo que se prometía, todo ese trabajo de máquinas no está disminuyendo la jornada laboral manteniendo nuestros ingresos, sino que amplía la tasa de paro y de precariedad. En segundo lugar, las previsiones de cambio climático, disminución de energía primaria y deterioro de los servicios ecosisémicos para mediados del presente siglo, van a dificultar en gran medida la vida digna de una población global que sigue en crecimiento sostenido.

Ante este escenario de sobra conocido hay que intentar huir del localismo y del egoísmo, defendiendo una mirada de conjunto. Así, debemos autocontener ordenadamente la natalidad, comenzando por los países ricos, y crear planes de inmigración familiar que permitan crear sinergias entre países directa o indirectamente empobrecidos por nosotros, y los lugares receptores.