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Turismo sanitario

Los viajes y peregrinaciones también tienen la mejora de la salud como una de sus motivaciones principales, tanto si se contratan habitaciones en hoteles de cinco estrellas como si el camino se hace con los pies desnudos y un hatillo al hombro. Desde mucho antes del jubileo compostelano o de las excursiones a Lourdes. Visito de nuevo a mis peluqueros y veo que A. se ha teñido el pelo de un color gris azulado que le favorece bastante, pero me parece que R. se escabulle como si tratara de hacerse invisible. Hasta tiene el pelo como alborotado. Mientras tanto una señora confirma mi suposición sin pretenderlo:

-El día que me levanto decidida a ir a la peluquería, mejora mi estado de ánimo.

Diga que sí, señora. No hace falta ser Philip K. Dick para comprender que tomar vacaciones de la propia e inevitable demolición, es un viaje muy saludable. Y los motivos del alma son tanto o más importantes que los del cuerpo. Vean sino a los conquistadores españoles que buscaban la fuente de la eterna juventud, objetivo mitológico que en nuestra era práctica desembocó en la doctora Asland, los estiramientos del pellejo y el recauchutado general de tetas y morritos. En eso me dice A.:

-R. se ha ido a Estambul a ponerse pelo. En el precio va incluido todo: tratamiento y estancia. Los reúnen en el mismo hotel.

-El hotel de los trasplantados es lo contrario del Heartbreak hotel de Elvis. Aquí lloran de alegría por la melena recuperada -digo.

Hubo un tiempo en que los norteamericanos iban mucho a Tijuana a arreglarse los dientes, a follar sin culpabilidad o a tomarse media docena de whiskeys en barras de un quilómetro de longitud. Turismo reparador, desde luego. Como el de los turistas del norte que aprovechan sus vacaciones en España para poner orden quirúrgico es sus renqueantes anatomías. Todo incluido.

Yo me afeitaría mi cabeza alopécica, como hacen algunos amigos, pero no tengo un cráneo tan noble y faraónico como el de Zinedine Zidane, sino uno en forma de bombilla de los tiempos de Edison.

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