Llegó Navidad, queridas. Hagamos gala del kit básico de feminismo navideño puesto que estas fechas las carga el diabólico patriarcado. Seamos perseverantes en la guardia feminista: no se nos vayan a colar micromachismos, cuñados machistas, sexismos y otras veleidades de diversa envergadura.

Primero. Una persona feminista no acude a una cena de empresa en donde las mujeres ocupan una mitad de la mesa y en la otra los varones. Esa disposición jerárquica proyecta la violenta virilidad del macho, trazando fronteras con la diversidad, la sonoridad y el a veces provechoso diálogo entre géneros. Si usted asiste a un restaurante en donde haya comensales así dispuestos, márchese exponiendo a quien corresponda que ese espacio no está libre de violencia patriarcal.

Segundo. Si es varón, no consienta que nadie se dirija a usted como «caballero». No acepte ni un ápice de lenguaje sexista. Nadie interpela a la mujer como «dama», que sería el exacto equivalente a ese machista «caballero». Si usted es mujer y la rebautizan como «señorita» váyase sin dudarlo porque minusvaloran su condición tratándola de «segundo sexo». ¿Acaso hay «señoritos» en la sala?

Y tercero. No permita ni una broma machista en las indigestas comidas y cenas de temporada. En caso de que esto ocurra, sea valiente e insulte sin pudor al garboso de turno. Dígale improperios unidos a una sentencia contundente: «lo contrario del feminismo es la ignorancia» o «patriarcado y capital, alianza criminal». Si se tercia miente a sus antepasados homínidos. Insulte, desfóguese, empodérese. Sentirá una agradable sensación catártica. ¡Disfrútela!

El feminismo es asunto de la humanidad. La Navidad es un producto de la fábrica patriarcal, consumista, esclavista. Que la presión social no merme nuestra lucha, amigas. Ya puestas, que la nuestra sea una celebración de Año Nuevo feminista. ¡Salud a todas!