En noviembre del año pasado se desarrollaron unos concurridos y participativos talleres en la Marina de València con el lema de espacio para la construcción colectiva de la ciudad, siendo uno de los más interesantes el que trató sobre cultura, memoria y paisajes urbanos. El evento, titulado Civic Factory Fest (CFF), tuvo lugar en la base del Alinghi, el equipo de vela suizo promotor de la America´s Cup celebrada en 2007 y 2010, y fue organizado por CivicWise, una comunidad internacional de jóvenes arquitectas/os con voluntad de hacer diseño cívico y urbanismo colaborativo con palabras clave como inteligencia colectiva y desarrollo sostenible y una innovadora metodología para generar sinergias ciudadanas en procura del bien común, entre sectores público y privado e implicando a vecinas/os, políticas/os y técnicas/os.

Las entidades que apoyaron el CFF, además del Consorcio Valencia 2007 -gestor entonces del gran evento deportivo y hoy de su herencia (que incluye una enorme deuda)-, fueron Las Naves (el Ayuntamiento) y la Universitat Politècnica de València; entre los colectivos con participación más activa estuvo la Plataforma El Litoral per al Poble; y entre los espacios que suscitaron más ideas destacó la explanada de 1.000 m2 flanqueada por el Tinglado 2 y la sede de la Escuela de Empresarios (EDEM), en la que está la grúa cabria que funcionó entre 1927 y 1967, que albergó fugazmente la base del equipo italiano Luna Rossa (diseñada por Renzo Piano) y, durante décadas, la Pérgola modernista y los memorables conciertos de sociedades musicales del Marítimo, recuperados recientemente en su nuevo emplazamiento.

A falta de la presentación de las ideas planteadas en el CFF y recogidas en un artículo difundido en abril (escultura de homenaje a trabajadores/as del mar y el puerto de todas las épocas que dialogue con la grúa, fuente, árboles y pérgola que den sombra a muchos bancos) y de la Concejalía de Urbanismo para este estratégico espacio abierto -el más importante de la Marina-, la Pamela, una de las esculturas de Manolo Valdés expuestas en la lámina de agua de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, fue comprada por Dña. Hortensia Herrero después de una votación de los visitantes, para ser regalada a la ciudad y ubicada en la explanada que llegamos a llamar Parque de la Memoria. Sería instalada en enero mirando al mar desde una peana (en construcción). ¿Tanto molestaba la Pamela en la CAC?

Con todos los reconocimientos y agradecimientos al artista y la mecenas, cabe recordar que no estamos en la época en que los papas y noblezas gobernantes de las ciudades-estado ordenaban y pagaban las pinturas y esculturas a colocar en plazas, iglesias y palacios. Estamos en el siglo XXI, en una ciudad con autoridades elegidas democráticamente y que han propiciado importantes ejercicios de participación ciudadana como el CFF. Por todo ello y por haber sido juicioso aprendiz en los aludidos talleres, me permito hacer una respetuosa sugerencia al Alcalde Joan Ribó, a Manolo Valdés, a la señora Herrero y a la ciudadanía:

Suspender el montaje de la escultura y convocar, de urgencia, un concurso de ideas para el diseño del Parque y una consulta ciudadana para la ubicación de la Pamela. Ciudad, artista y mecenas lo ameritan. Hay una alternativa inmediata para instalar no una sino varias cabezas cubiertas de Valdés: La rotonda de conexión entre la Alameda, la calle Menorca y el puente de l´Assut d´Or, donde se ha construido una subestación eléctrica subterránea. El arquitecto José María Tomás sabría conjugar culturas, esculturas y tiendas próximas de ropa, tocados y complementos. No siempre el arte ha estado reñido con el comercio y muchas veces ha sido indispensable aliado. Y como Santiago Calatrava, que aprovechó la cimentación de una torre de comunicaciones para el Palau de les Arts, alguien haría lo propio con la peana marinera.