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Aquí nadie es culpable

Una de las características de la sociedad española es que nunca nadie tiene la culpa de nada. Todo lo más, la tiene el prójimo. La tiene el prójimo desde siempre. La inefable soberbia del español (incluso si es catalán) no tiene parangón. En el Reino Unido, por poner un ejemplo de honradez política, la gente dimite por un quítame allá esas pajas pero en el reino de España no dimite nunca nadie por nada (con excepción de Demetrio Madrid hace ya años).

En el desastre de las elecciones en Cataluña el pasado jueves nadie tiene la culpa. Todo se ha hecho estupendamente y el panorama ha quedado como sigue:

1.- Arrimadas ha ganado por amplio margen y tiene más escaños que ningún otro de los actores políticos. No podrá formar gobierno.

2.- Los dos partidos independentistas juntos suman un número suficiente de escaños para formar un gobierno en minoría, pero no les van a dejar.

3.- La CUP, ese grupúsculo de anarquistas de colegio, ha visto reducido severamente su número de escaños, pero, por mucho que digan que su apoyo a los independentistas depende de la decisión de estos de trabajar en pro de la república independiente, les van a prestar su apoyo pase lo que pase.

4.- Puigdemont, el huido, líder de la segunda fuerza política, quiere ser president en un sistema que califica de ilegal y no democrático pese que su grupo ha podido concurrir a las elecciones sin que nadie lo impidiera. También quiere humillar a Rajoy haciéndolo viajar al extranjero para negociar con él. Una risa.

5. El PSC de Iceta mejor habría hecho en concurrir a las elecciones sin la tutela del PSOE, que en Cataluña aparece como un primo negativo de Zumosol.

6. El PP catalán ha quedado reducido a la inutilidad.

7. Aunque los independentistas lo ignorarán, los constitucionalistas les han sacado 5 puntos en número de votos (52 a 47%). Es decir, que, por mucho que los demás acusen a la parroquia constitucionalista de fascismo, es un montón de gente que no podrá ejercer su fuerza porque el sistema electoral, primando las zonas más despobladas, otorga más escaños a los independentistas. ¿Hace esto fascista a la mitad de la población catalana? ¿Y dónde hemos visto una desigualdad tan injusta antes? En el bueno de Trump que se llevó las elecciones presidenciales en Estados Unidos pese a recibir dos millones de votos menos.

8. Este desastre (es decir, el desastre de una repetición de elecciones que no sirve para nada) nace de dos inconvenientes constitucionales: una ley electoral defectuosa que nadie quiere cambiar, una Constitución que no permite referéndums autonómicos y que nadie quiere reformar. La aplicación perfectamente legal del artículo 155 no ha resuelto nada, si exceptuamos el triunfo de Inés Arrimadas que de poco le sirve puesto que la gente del procès quiere reeditar este con las mismas mentiras y con la misma falta de preparación frente a las consecuencias de una hipotética ruptura.

9. El presidente Rajoy, fiel a su tradición de inmovilismo, está satisfecho de lo ocurrido, no piensa hacer nada más y, sobre todo, no piensa reconocer su derrota y sus errores mediante la convocatoria de elecciones generales. Nadie parece recordar que está en minoría en el Parlamento.

10. Y sin embargo, todos han tenido la solución a portada de mano.

Cambien ustedes las reglas del juego. Pueden hacerlo resolviendo tres cosas. En primer lugar, deben modificar la ley electoral para que deje de primar menos voto en las circunscripciones más pequeñas: Cataluña debe der una circunscripción única. En segundo lugar, y para evitar el amontonamiento de partidos sin capacidad de ponerse de acuerdo para formar gobierno, sería bueno establecer como en Francia una segunda vuelta que disputarían los dos partidos que hubieran quedado primero y segundo en la primera. Y tercero, como ya he explicado en más de una ocasión, cambiando la Constitución para incluir en ella la posibilidad de referéndum autonómico. Y condiciones de un referéndum autonómico: 80% de participación, 65% de voto afirmativo (y si no lo consiguen, silencio de los independentistas durante 25 años) y, después, negociación de los términos de la ruptura con el gobierno central. Lo que no pueden hacer ahora, igual que no podían hacerlo antes ERC, Junts per Catalunya y CUP, es dar por asumido que formando gobierno tienen luz verde para declarar la independencia. Así les fue. ¿Quién les permite dar semejante golpe de estado? Eso sí que es antidemocrático.

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