Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Sol inmóvil, mundo errante

Como cada año, el solsticio de invierno es el preludio de la Navidad. La hermosa palabra solstitium ( sol statum) alude al sol estático, inmóvil. Desde antiguo, se conmemora en nuestro hemisferio boreal el día más breve y la noche más larga del año, un renacimiento solar anual determinante de la vida y las costumbres humanas. Como Ícaro, las civilizaciones han caminado tras los pasos del sol y sucumbido al influjo del astro rey. Es el «Sol invictus» de los romanos, el triunfo de la luz sobre las tinieblas, cuya efigie majestuosa aparece en los áureos de Septimio Severo y, a partir del siglo III, ejemplo de sincretismo entre el culto grecolatino a Helios y Apolo, y el oriental a Mitra y Heliogábalo. El emperador Constantino promulgó en el año 321 la denominada «Ley del dies solis», en la que declaraba festividad pública el Día del Sol en el calendario oficial romano. Actualmente, todavía se mantiene esta denominación festiva en inglés: Sunday. La fiesta del «Sol invictus», fue abolida por el Edicto de Tesalónica de Teodosio I en el año 380 cuando se estableció oficialmente el cristianismo como única religión del Imperio. Es conocida también la fiesta dedicada al sol en el día de la bruma, el 25 de diciembre, las Brumalia.

Además, las Saturnales eran la festividad romana por excelencia del solsticio de invierno, en honor de Saturno, dios de la siembra y de la cosecha. De tales celebraciones dan noticia detallada muchos autores latinos. Macrobio en Saturnalia indaga en sus orígenes y relata los diálogos sobre Virgilio y las tradiciones romanas mantenidos por algunos eruditos en los banquetes literarios ofrecidos por ciertos senadores a propósito de esta conmemoración. Columela, natural de Gades (Cádiz), en De re rustica, describe la fiesta en honor de Saturno que pone fin a las cosechas y da paso a la relajación de costumbres, la suspensión de actividades públicas y la inversión del orden social en virtud del cual los esclavos se comportan como dueños.

También Suetonio, Catulo o Marcial, oriundo de Bilbilis, cerca de Calatayud, aluden a los regalos que se intercambiaban en estas fechas, a las figuritas de barro y a los gritos que proferían en medio del regocijo popular: «Io Saturnalia!» Todavía Saturday sigue siendo el día de Saturno. Es sabido que en el siglo IV, la celebración de la Navidad vino a sustituir a la fiesta romana del «Sol invictus» y el triunfo solar sobre las tinieblas se identifica con el nacimiento de Jesús. Desde la noche de los tiempos, el solsticio hiemal, preludio de Nochebuena, acerca la tierra al sol para restablecer permanentemente los ciclos naturales. El tiempo nunca se detiene, es un círculo que lo envuelve todo; las estaciones, dice el poeta, son el oleaje de los años, van y vienen, los años son como espejos, uno en el otro reflejado y anulado, y cada invierno es una terraza sobre el año. Estas y todas las hermosas palabras de Octavio Paz son el mejor regalo para estas fechas de sol inmóvil y mundo errante. En el tiempo de la bruma, no sabemos hacia dónde vamos, transcurrir es suficiente, transcurrir es quedarse, es una vertiginosa inmovilidad. Ojalá sepamos reavivar los símbolos invernales de antaño y hogaño y podamos asistir largo tiempo a la metamorfosis navideña de lo idéntico y lo auténtico. Io Saturnalia. Feliz Navidad.

Compartir el artículo

stats