Vamos, admítalo. ¿Para qué negarlo? A todos nos ha pasado alguna vez. Todos hemos hablado, en un momento u otro, con un tonto. Así que no le dé vergüenza y confiéselo. Al fin y al cabo, el tonto no es usted, sino el otro. Un tonto de verdad o alguien mucho peor: uno que se finge tonto. Porque no me dirá usted que no ha pedido nunca un aumento de sueldo y le han salido con la falta de respeto, chabacana donde las haya, de mencionar el salario de su esposa; o que no ha realizado una simple sugerencia y le han llamado chantajista; ni pretenderá convencerme de que nadie le ha preguntado por su historia y luego, mostrando un desinterés absoluto por ella, le ha importunado con otra.

Es inútil disimular. Usted, como yo y todos los demás, ha sostenido conversaciones con tontos que respondían sistemáticamente cosas totalmente ajenas a las que usted se refería o a las que intentaba llevar el debate; gente bisoña, en el mejor de los casos, o tonta perdida en su mayoría; sujetos con ideas fijas o con objetivos de pura conveniencia; tipos aparentemente inteligentes pero en realidad simples coleccionistas de lugares comunes; personas de razonamiento misterioso, absurdo y desconcertante, que desprecian al prójimo espurreándole sin piedad con evasivas descabelladas, ocurrencias lamentables, exageraciones palmarias o tergiversaciones clamorosas; individuos ignorantes y alambicados que hablan otro idioma con el mismo léxico del nuestro.

Escárbese las circunvoluciones de la mollera; bárrase los recovecos del cráneo; haga memoria y verá cómo encuentra más de una escena como las que le digo. Usted propone cierta cuestión, señala tal asunto, y el otro inicia el diálogo para besugos. Va recordando, ¿a que sí? Ya le digo que son legión, y que a todos nos han tundido el sentido común con su incoherencia. Son mentes de piño fijo, inexpertos empedernidos, timoratos con poca personalidad que mantienen la injusticia para no malquistarse con el grupo. Y fíjese bien, observe atentamente y notará que semejantes miopes acostumbran a ocupar puestos de dirección. Paradójico pero cierto. Quizá la estulticia está más extendida de lo que parece. Quizá la lógica, el criterio y la nobleza están siendo relegados a la marginalidad por culpa de la superpoblación de tontos.