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Valcània 2018: así será

Como saben una plataforma ciudadana ha lanzado -no sin cierto éxito mediático- la virtual creación de una nueva comunidad autónoma -con Barcelona y Tarragona- para desafiar al secesionismo dominante en la Cataluña más pobre y sobre representada en el Parlament. La han llamado Tabàrnia. El nuevo territorio no deja de recordar a los países imaginarios hollywoodenses, como la Albania de «Wag de the Dog», de Mamet, Hoffman, De Niro etc. Lo peor es que Albania existe, aunque no para la mayoría de los norteamericanos.

Nombres. Los nombres de los países ensoñados dan para mucha literatura. Será por eso que acudiendo -ya justo de pertrechos en este fin de año- a la cita semanal con mi periódico, se me ocurrió algo. Me van a permitir que contribuya -con la humilde aportación del título de este fondillo- al insondable conflicto toponímico que desde Jaume I aflige a los valencianos, o desde que Fuster indexó desastrosamente el conflicto, la «Qüestió de noms». Así que seremos Valcània.

Diván valenciano. Darle nombre al Reino ha sido siempre un problema de diván. En 40 años de democracia sólo hemos podido acordar una denominación para este bancal por eliminación. Tabàrnia es el acrónimo que desde esta semana de inocentes sirve para identificar a esa región constitucionalista y rica de Cataluña -73% del PIB catalán-. Valcània -València, Alicante, Castelló- podría bien servirnos para reconocernos sin complejos.

Horizontes. Así, más allá de la coña navideña, ¿qué pasará en Valcània y el resto de España el año que viene por estas fechas? Porque si alguien nos hubiera dicho, hace un tiempo, que a estas alturas un lumbreras iba a rebautizar las zonas donde el independentismo no gana en Cataluña, que el presidente electo, cesado y posiblemente reinvestido Puigdemont anda huido y su número dos Junqueras anda a la sombra en Estremera, nos hubiera parecido un loco de la Ínsula Barataria, puestos a parir territorios.

El gobierno valcano. Lo que puede pasar, desde hoy en 12 meses en la tierra de los valcanos, es que el Botànic haya olvidado los votos de reciente renovación y ande a la greña, en los minutos de la basura de la legislatura. Faltará medio año exacto en diciembre de 2018 para que sean las urnas, y no la conveniencia, la que renueve o no el Consell tripartito. Sólo deben observar como amaga Podemos con la trifulca en el Govern de la Nau.

Televisión valcana. En diciembre del 2018 posiblemente veremos el discurso del Rey Felipe VI en la nueva tele autonómica, porque España sigue siendo constitucional. El 65 % de la población televidente siguió este año las palabras del monarca. Eso a pesar de los amigos -no muy de reyes- de la directora de Àpunt que le acompañan en su aventura hacia el realismo mágico catódico y la tele sin toros, que es como un circo sin tigres. Alguna amistad peligrosa Empar, filla, sí que tens.

Finanzas intervenidas. Por estas fechas sabremos también si nuestro Consell gasta más de lo que debe para una comunidad mal financiada, si Montoro se lo permite o si, por el contrario, declara ya de forma firme el 155 financiero sobre sus cuentas. De momento sólo amaga. También sabremos, con seguridad, como ha acabado el pleito que le ha puesto el PPCV al ejecutivo de Ximo Puig por regalar dinero de todos los valencianos a Terra Mítica, el Valmor del Botànic. Ah, ¿que los otros lo hicieron antes? Ya.

Demagogia. Sin duda, después de 12 meses a partir de mañana se habrá acentuado el cinismo entre nuestra clase política porque no se puede pretender que quien sembró quina no reciba ahora la misma medicina. Si quieren con menos finezza, pero de la misma botica. O si el efecto Arrimadas -sobre la que se concentran todos los focos y que debe aprovechar el momento para definirse como Ícaro o como sólida figura- contagiará las dinámicas del centro derecha valenciano. Veremos si el Ciudadanos doméstico también tiene alergia a gobernar y tampoco despega, siendo una mala réplica de su original catalán, que tiene su razón de ser en su valladar contra el independentismo y por alzarse como muro de contención frente a los rufianes.

Élites. Veremos, en definitiva, de aquí a un año, si el PSPV deja de ser el partido de las élites -como lo ha demostrado la expectativa insatisfecha de Iceta en Cataluña-, o si es la hora del vuelco electoral en la CV. Sabremos si el centro derecha tendrá que esperar a 2023, con un Consell más oxidado y otras caras en la recámara -pero con un cambio de la Ley Electoral que le pondrá más difíciles las cosas- para afrontar la montaña que Isabel Bonig, como Sísifo, se dispone a atacar. Aunque a lo mejor, todo esto también es un territorio inventado.

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