Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Las loterías de la Navidad

Y no me refiero a los sobresaltos de estos tiempos. He oído a Mariano Rajoy explicando sus triunfos constantes de estos pasados años y he decidido que debería exigírsele hacer estas manifestaciones enchufado a una máquina de la verdad, igual que hace la CIA cada vez que lo pilla a uno. Y que, a cada mentira, le metiera una descarga de voltaje moderado (nunca excesivo).

Tampoco me refiero a las tonterías que nos prometen los independentistas catalanes: juntándose (que lo harán en todo y para todo por mucho que nos hagan ver sus estupendas diferencias políticas) para conseguir desgobernar Cataluña con más escaños que los no independentistas pero con muchos menos votos. Como Trump, vamos. En esto se parecen mucho a Rajoy, que tampoco quiere cambiar la ley electoral.

Tampoco me refiero a la maravillosa ironía de Tabarnia, que naturalmente, el diputado Rufián, haciendo una vez más honor a su apellido, ha calificado de fascista, olvidando que las pretensiones de sus bromistas propulsores son las mismas que las de los independentistas.

No, no. Puestos a llevarnos sobresaltos, prefiero los de las loterías que nos inundan de premios por estas fechas tan señaladas. Hale, el Euromillón que promete 138 millones de euros (pueden ser más si no ha habido acertantes), el Gordo de Navidad, que agracia con cuatro millones de euros por serie y son no sé cuántas (a un solo pueblo le han caído 500 millones) más los de la ONCE, que hoy otorga 400.000 euros por un billete de cada serie y son más de cien. Todo sin hablar del último timo de la estampita, el "rasca de la 11" que nunca toca.

Vender ilusión. Así nos lo dicen porque de lo que es dar premios en dinero contante a los millones de ciudadanos que compran las participaciones más vale no hablar. Unos matemáticos han demostrado que las posibilidades de ganar en Navidad se cifran en 1 por 100.000 números, más o menos 400 por los 46.000.000 de españoles (no hablo de reintegros y pedreas). Vaya negocio. Y si además le toca a usted, tendrá que pagar algo más del 20% al señor ministro de Hacienda. Bueno, solidarios somos todos, pero mi solidaridad decrece mucho cuando pienso que la ONCE no paga impuestos.

Vaya, por preferir prefiero la lotería de Navidad en tiempos de Franco. En cuanto en una zona de España ocurría un desastre, una inundación, un incendio terrible (provocado), la rotura de una presa (construida con cemento menos que kosher), el Gordo caía allí. Los listillos de fuera acudían a comprar lotería de Navidad en la zona declarada catastrófica.

Hoy las cosas son como son: cuando uno se lleva el reintegro o la pedrea en Navidad, se apresura a volver al lotero para gastárselo en la del Niño. Y por supuesto lo pierde. Así, todo vuelve a casa y por lo menos el fisco no le da un bocado.

Desde luego yo compro para el Gordo. E inmediatamente distribuyo los millones que me van a tocar. Por el fario y por seducir a la suerte, primero doy una parte, la menor posible sin que quede afectada la fortuna, a mis hijos. Luego, doy a una fundación de investigación médica al menos lo de cada uno de los chicos. Y después, ancha es Castilla: vuelta al mundo, siempre en primera clase cuando no en avión privado, visita a las tiendas de modas y modistos más celebres de París, a los joyeros de Milán, a los relojeros de Ginebra y a los marchantes de arte de Londres y Nueva York. Cochazo nuevo (no demasiado deportivo porque, dada mi edad, me agacho mal para entrar o salir de él), llaüt de 14 metros, propiedad en el campo. Y hecho todo eso, aún me quedará lo que mis hijos llaman un pastón.

Bueno, durante un mes voy de millonariazo por la vida. Después, al cabo de los treinta días, compruebo la lista e inmediatamente compro para el sorteo siguiente. La fortuna no me ha premiado en esta ocasión. Salvo si es el Gordo el que me ha otorgado una pedrea: en ese caso, me la gasto en el Niño y todo revierte a la organización de la lotería nacional. Un dispendio idiota que desaconsejo vivamente. No volveré a picar.

Con mi reintegro de esta vez he comprado cuatro décimos para el Niño. Por si las moscas.

Compartir el artículo

stats