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El Roscón acaba con la casca

Senyor rei, senyor rei/ ja estic ací/ tire casques per a mi/ les senceres per a ma mare/ i les partides per a mi,/ jo li donaré herba i garrofes/ per al seu rossí./ Fins l'any que ve senyor rei / no s'enganye de camí/ i totes les coses que duga/ per a mi, per a mi./»

Quién, de pequeño, no ha tenido la suerte, el susto y la felicidad de recitar estos versos, teniendo delante a alguien que vestido con los más extraños ropajes se nos hacía pasar por Melchor, Gaspar o Baltasar en la mágica noche de Reyes.

En todos los pueblos, todos los niños y niñas, teníamos que recitar ante el Rey y la familia entera los versos que precedían a la descarga de los más diversos juguetes los mismos versos con distintas variantes según comarcas: «Tirí, tirí, tirí,/ senyor rei, jo sóc ací;/ palla i garrofes/ tot per al seu rocí, / coques i avellanes/ tot per a mi." O "Senyor Rei, jo estic ací,/ tire casques paca ací/ les sanceres per ma mare/ les partides per a mí, / que jo li donaré/ herba i garrofes per al seu rossí».

No venían en camello, sino a caballo, en un rossí, caball fuerte para aguantar los duros y largos trabajos del campo y la andadura. Era lo que veíamos de infantes en nuestro alrededor, en muchas casas donde había carro y caballerías.

Nos preocupábamos mucho de decirle al concluir nuestra nerviosa declamación el, al volver el próximo año, «no s'enganye de camí», no fuera que uno se quedara en el futuro sin más regalos. Eran noche de ilusiones, emociones y nerviosas alegrías para grandes y pequeños.

«Les casques», las cascas, fueron siempre los regalos genuinos y fundamentales de los Reyes Magos a los a los niños y niñas. Hoy, la casca, una especie de mazapán, ha sido sustituido por los más variopintos juguetes. No hay cascas en los cargamentos que sobrevuelan los tejados y se adentran por ventanas y balcones.

La casca ha sido desde muy antiguo el dulce tradicional típico del día de Reyes en tierras valencianas. Figuras anilladas o serpenteantes hechas a base de almendra, limón, canela, boniato, huevo y azúcar, ingredientes que nos remiten inmediatamente a la repostería morisca y al hedonismo sensual árabe.

Las inveteradas costumbres y tradiciones son memoria histórica y ADN de los distintos pueblos y culturas de las que procedemos los valencianos, principalmente latinos y arábigos, un «totum revolutum» que subyace en nosotros, y se alarga probablemente hasta las fiestas saturnales posteriores al solsticio de invierno de la Roma clásica, que contaban con tortas de higos, dátiles y miel, en las que se escondía habas.

El poeta Ibn Quzmán en su famoso Cancionero, Diwan, da cuenta de que sus contemporáneos celebraban la entrada del Año Nuevo elaborando y degustando una especie de casca en la que escondían una moneda, idea que nos llevaría también a pensar en el roscón.

El tiempo hizo que la casca se perfilara exclusivamente como el dulce nacional valenciano del día de Reyes, dulce macerado en el importante bagaje de la cultura árabe, al cual hemos renunciado mayoritariamente, al aceptar y dejarnos llevar complacientemente por la costumbre ajena a nuestra genuina gastronomía del roscón, el cual no aparece ni siquiera en la tradición de nuestros versos de infantes: «Senyor, rei, tire casques per a mi».

Heroica y afortunadamente hay pasteleros repartidos por nuestra geografía que se resisten a que desaparezca la casca de nuestra repostería de Reyes engullida or el roscón, lo cual es de agradecer y felicitar.

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