El mundo parece estar gobernado por auténticos psicópatas. Por locos de remate. Unos lo evidencian constantemente, otros son más sosegados. Dicho lo dicho sin generalizar. El mundo también tiene algún que otro buen gobernante incluso honrado. Sólo que estos se cuentan con los dedos de una mano poco más o menos. Son dos los gobernantes que más preocupan: el norcoreano Kim Jong Um y el norteamericano Donald Trump. Ambos le tienen cogido el saborete a la provocación y al peligro y lo ponen de manifiesto en cada comparecencia, en cada acto, en cada discurso.

El americano la armó parda montando el belén los últimos días del pasado año, cuando reconoció a Jerusalém como capital de Israel. Ha puesto la zona al rojo vivo. Y no sólo la zona, ha incomodado a los dirigentes de medio mundo con más dedos de frente política que él. Uno y otro dirigente se pasan la vida midiendo su poder nuclear. El coreano lanzando misiles por doquier como si de fuegos artificiales se tratara. El americano reforzando la Flota yanqui y moviendo ficha en la zona del Pacífico.

El loco Kim en su último discurso del año, y dirigiéndose evidentemente a Washington, anunció que el botón nuclear está en su escritorio todo el tiempo. Trump se ha dado por aludido y ha dicho que también él tiene un botón igual, solo que más grande y poderoso que el de su homólogo y además funciona. A veces son como niños. Como niños malos, muy malos, y practican el 'y yo más' que parecía en desuso en términos de política internacional. Trump considera al régimen norcoreano "agotado y muerto de hambre". El hambre queda, como siempre para el pueblo, los dirigentes norcoreanos viven, como los venezolanos o los cubanos, en la opulencia. El pueblo a callar o como mucho aplaudir los alardes militares del régimen.

Nunca se sabe, aunque se puede intuir, como acabarán tales baladronadas. Lo único cierto es que la relación de Washington con Seúl, hasta ahora firme aliado y base estratégica de actuación en la península, parece estar enfriándose, lo que no sería bueno para los intereses estadounidenses en la zona. Y todo porque se ha producido una oferta de diálogo con el deporte de por medio, lo que ha hecho que el loco Kim haya dado la orden de que se reactive el teléfono directo que comunica a Pyongyang con Seúl. A la administración Trump le ha sentado como una patada en las posaderas. El americano prefiere avivar cualquier fuego, por pequeño o grande que sea y moverse en esa línea de confrontación permanente.

A nadie se le ha ocurrido pedirle al nuevo año unos dirigentes mundiales más cuerdos, más sensatos, menos belicosos. Esto es lo que hay y lo que hay no ofrece muchas garantías. Con o sin manipulación rusa, las urnas en un caso y la fuerza en otro, han colocado a estos dos impresentables, perdón, quise decir referentes mundiales, al frente de sus respectivos países. Si todo se queda en un cruce de descalificaciones vamos bien servidos. Lo malo es si a uno o a los dos se les escapa el dedo hacia la zona donde reposa el famoso botón del que tanto alardean porque entonces los 'fuegos artificiales' que ocasionen pueden ser los últimos que contemple el mundo tal y como lo conocemos ahora.