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Sin novedad en el frente

Sí, sí, ya sé que el título no es original y que está más visto que las películas de Martínez Soria

Sí, sí, ya sé que el título no es original y que está más visto que las películas de Martínez Soria. Y sé también que nadie (o casi) se cree los buenos propósitos e ínfulas de cambio, propios y ajenos, que se suelen hacer a final de año. Ha sido siempre así y me temo que así seguirá siendo por los siglos de los siglos. La novedad estriba en que esas excelentes intenciones, aunque sean pronunciadas con la boca pequeña, cada vez duran menos y cada vez nos parecen más hipócritas, más fariseas. ¿Cómo no lo van a ser si el 2 de enero tenemos sobre la mesa los mismos problemas y planteamientos que el 24 de diciembre o que el último día del año? Pues, eso.

Si han tenido la curiosidad, o la necesidad, de estar al loro de las noticias surgidas en esta primera semana del 2018 habrán comprobado que no difieren en casi nada de las que veníamos arrastrando de los doce meses anteriores. En el plano nacional, Cataluña, Cataluña y más Cataluña. Los demás, como en el 2017, como desde hace muchísimo tiempo, no existimos. Despedimos el año con las elucubraciones y quinielas sobre el futuro Gobierno catalán tras los comicios del 21-D y abrimos el año con los mismos análisis e idénticos juegos de probabilidades. Y todo adobado con las declaraciones un día sí y otro también, y cada vez más surrealistas, de Puigdemont desde Bruselas, con los lamentos místico-secesionistas de Junqueras, con las payasadas de Rufián, con los lazos amarillos para niños, ancianos y militares sin graduación, con las movilizaciones independentistas, con las cábalas sobre lo que puede hacer Ciudadanos, con las ambigüedades de Colau y su gente. O sea, nada nuevo bajo el sol. Tamborilero cambia de son; allá va la misma Hilario.

Pasemos ahora al ámbito internacional y preguntémonos: ¿qué metas se habrá fijado Trump para el año entrante?, ¿tendrá el peluquín lleno de inmejorables propósitos el jefe de los USA? Y, claro, uno lee, ve y escucha lo que viene del otro lado del charco y se le caen los palos del sombrajo. Mejor dicho, se le cae el alma a los pies porque don Donald se pone cada vez más peligroso para el mundo, Y encima lo provoca el Gordito Relleno de Corea del Norte, otro necesitado de diván, psiquiatra y tratamiento de choque. ¿Qué ha variado desde que hace semanas se decían lindezas? Poco?y a peor. Ahora se están desafiando a ver quien tiene el botón nuclear más grande y largo. ¡Como para pensar que el cambio de año soluciona algo! Tampoco cabe hacerse ilusiones sobre Venezuela, sobre la paz en Oriente Próximo, sobre la situación en Siria, Afganistán, Yemen, etc. Y sobre las amenazantes hambrunas en el África subsahariana, donde continuarán muriendo niños, jóvenes y adultos por desnutrición. ¡Ay, el cambio de año!

Está bien, es saludable que nos ilusionemos con el periodo que ahora se abre, con este 2018 recién estrenado, pero no nos engañemos en exceso. El espejismo dura lo que dura y ya se está desvaneciendo; es cuestión de días. Hoy, los niños a la escuela. Los adultos, al curro (el que lo tenga). Los mayores, a calcular para cuanto les da el subidón de la pensión anunciado por el Gobierno. Y muchos, ya, a pensar en Semana Santa e, incluso, en las vacaciones del verano. El caso es trazar fronteras e irnos creando expectativas y más expectativas.

A mitad de este mes ya no nos acordaremos de las navidades (salvo si hemos vuelto a reñir con el cuñado sabihondo) y habremos mandado los buenos propósitos al cementerio de elefantes. ¡Ah!, ¿pero me juré a mí mismo hacer eso?, qué cachondo soy. Y vuelta la burra al trigo.

Y encima, la cuesta de enero, aunque, según Rajoy, ya no hay que tenerle miedo, ya volvemos a ser ricos. Ya podemos marcarnos nuevos hitos vitales.

¡Vivan las rebajas!

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