González, Aznar, Zapatero, y Rajoy, se ajustan a lo dicho por Ruskin: "Cuando alguien está lleno de sí mismo, hace consigo un hermoso paquetito". El nazareo Sansón, siglo XIV y XV antes de Cristo, ya en la cúspide de su elitista posición como juez de Israel, la lio, tal como refiere el Libro de los Jueces: "Fueron más los que mató al morir que los que había matado durante toda su vida" (capítulo 16, versículo 28). Ese fue Sansón. Melenudo trasquilado que mutó en demoledor. Émile Zola, en mil novecientos ochenta y nueve, escribió en L´Aurore: "Lo he dicho en otras ocasiones y lo repito aquí: cuando se esconde la verdad bajo tierra, esta toma cuerpo, adquiere tal forma explosiva, que el día que estalla, hace que todo salte con ella".

Altas esferas requieren claves estéticas: "El político con cara de foca, es el político ideal", escribía Ramón Gómez de la Serna en "Greguerías". Usos capilares en regidores de cualquier sistema, adquieren relevancia para dotar del impacto suficiente al elemento seleccionado. Recursos, inventiva y estudio en asesorías de imagen, untan de vaselina facilitadora a prototipos humanos con puntillosos rituales de acicalamiento: Donald Trump, "usa toneladas de laca, lleva un spray consigo y lo usa a menudo" ("El Español", 13/01/2´017). El norcoreano Kim Jong-un, en la primavera del dos mil diecisiete lanzó su colección obligatoria de quince peinados masculinos mientras, particularmente, y es tema de corrillo, "supuestamente le tiene miedo a los barberos por lo que prefiere cortarse el pelo él mismo", ("ADN40", 25/04/2017). Desde que los neandertales se convirtieron en los señores de la "flor roja", el fuego, la evolución siguió su imparable camino, y en el Paleolítico Superior, el homínido se afanó en confeccionar elementos de adorno personal. Los profesores Arsuaga y Martínez, del proyecto Atapuerca, en "La especie elegida", respecto a los cánones futuros de la beldad apuntan que "al ritmo que vamos los patrones de belleza tendrán que cambiar con mucha rapidez".

Diversos credos religiosos, poseen reglas de estética capilar que exteriorizan dogmas de cara a la feligresía y al resto de la sociedad. La tonsura (afeitar el cuello cabelludo en forma de círculo, en la coronilla) para clérigos y monjes en órdenes cristianas, hindúes y budistas, no es más que la exhibición de pertenencia a instituciones potentes como la iglesia católica, donde dicho sello tribal se abolió en mil novecientos setenta y dos. Los indígenas de Yucatán, en el siglo dieciséis, "criaban cabello como las mujeres: por lo alto quemaban como una corona y así crecía mucho lo de debajo y lo de la corona quedaba corto y que lo trenzaban y hacían una guirnalda de ello en torno de la cabeza dejando la colilla atrás como borlas", explica fray Diego de Landa. Pelos postizos en el siglo diecisiete, cubrían cabezas masculinas en ambientes refinados y cortesanos, uso clasista que identificaba como "pez gordo" al portador de la peluca más grande, empolvada con esencias de naranja o lavanda; cuanto más largo era el pelo, más elevado estatus social denotaba. En Gran Bretaña, hasta hace bien poco, jueces y legistas se disfrazaban con pelucas sumamente teatrales, que nacieron como escaramuza ante ataques de encausados y afines.

La cultura popular incluye elementos lingüísticos como: "Ni un pelo de tonto", "Sin pelos en la lengua", "Pelillos a la mar". María Mayela Padilla, escritora costarricense en "Dichos y refranes de los ticos", cita dos ejemplos de máxima actualidad, uno refiriéndose a los aduladores: "Todo cepillo muere pelón", y otro para codiciosos: "Todo buchón muere pelón". Entre los césares de Roma, Octavio (César) Augusto, de aspecto agradable, y no muy cuidadoso con su rizado y casi rubio cabello, "hacía que se lo cortasen apresuradamente varios barberos a la vez", describe Cayo Suetonio. Actualmente, es moda el rasurado total de la cabeza, mientras que, en culturas antiguas, era distintivo de esclavitud; por aquél entonces nadie podía imaginar que un boxeador llamado Floyd Maywater pagaría tres mil dólares semanales por raparse.

En política, la tomadura de pelo es masiva y mandamiento ineludible. El historiador Santos Juliá escribió en un artículo titulado "la mentira como forma de ejercicio de poder": "mentir para decir al otro: tengo poder para negar que eso haya sucedido, por más que tu sepas que sí que ha sucedido". Y en tal maremágnum de estrategias y negocios, los pelos se muestran como intrínsecos a sus portadores. Pelos con genoma exclusivo, relevante banco de información, que en la criminalística y medicina forense, descubren lo ignorado o lo encubierto; desde el caso del ex teniente del FSB Alexander Litvinenko: "El FSB (servicios secretos) y Putin no pararan hasta acabar conmigo. Litvinenko murió poco después de las entrevistas con los agentes españoles. Enterrado después de una horrible agonía en la que el Polonio 210 había devorado su cuerpo", declaraciones recogidas en el libro de Cruz Morcillo y Pablo Muñoz , sobre "las mafias rusas españolas"; hasta el fin del masónico general Prim, "el general bonito", caballero Rosacruz del rito escocés, embalsamado tras su "raro" asesinato.

Pelos tratados como arma electoral: Margaret Thatcher, con cardado supremo, fue la apuesta triunfadora del conservadurismo inglés, tres veces semanalmente acudía a la peluquería, de donde salía con su peculiar "casquete enlacado", al viajar a Irán en mil novecientos setenta y ocho pidió "un buen peluquero local" que se trajera sus propios rulos ("El Mundo.es", 10/02/2009). De Aznar, la directora de Inteligencia Geopolítica de Stratford, en reunión con analistas de la CIA, confesó: "Lleva el pelo más hermoso ¡Tan sedoso y brillante! Podría preguntarle, que tipo de champú usa", ("Público", 27/02/2012). Políticas actuales de renombre, se decantan por el pelo corto: Hillary Clinton, Theresa May primera ministra de Inglaterra, Michele Bachelet, presidenta de Chile o Nicola Sturgeon, ministra principal e Escocia. Pedro J. Ramírez, hablando del felipismo, escribió: "El éxito político en la era de la comunicación de masas: un hombre capaz de decir una cosa, hacer la contraria y vivir en a permanente fuga hacia adelante. Si al final todos van a resultar iguales, ¿qué necesidad tenemos de cambiar al primer galán por un chico con bigote?".

Hay una obra de teatro que triunfa desde hace treinta y cinco años, la comedia policíaca "Por los pelos", actualmente programada en el Talia, y cuya trama se desarrolla en una peluquería con arquetipos sociales que lucen peinados acorde a su idiosincrasia. La televisión, en otro master de frivolización de lo trágico, no ha dudado en fichar a la peluquera Lorena Morlote, popular por haber manipulado pelos de famosos, para un programa escarnio sobre las penurias de cuantas personas no tienen más que treinta euros semanales para vivir, "el dinero que le queda a un parado de larga duración, después de restarle a su prestación social el alquiler, la luz y el agua" ("La Sexta.com", 13/06/2017). Los pelos hablan por sí mismos delatando pobreza, mala alimentación, estrés. El pelo es moda, antropología, sociología. En Italia se puso de moda "un peinado en forma de tubo de estufa entre los jóvenes, hacia el años 1925, en la época de los squadristis y del futurismo", refiere Köning en su ensayo sociológico.

Frases de ayer viajan al hoy: "El gigante de la política española se abraza desesperadamente a los pilares del sistema y hace temblar sus cimientos como seguramente tembló el suelo del templo de Dagón en Gaza, poco antes de que todos perecieran sepultados.", (Pedro J. Ramírez, 30/10/1994)