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Un gobierno agotado

Da la sensación de que el gobierno central ha llegado a 2018 agotado y falto de ideas. Cs sube en las encuestas, impulsado por su victoria electoral en Cataluña y por el debate territorial. El PSOE se mantiene, con cierta tendencia al alza, apoyándose en las dificultades actuales que atraviesa Podemos, que se van sustanciando a medida que sus contradicciones internas resultan más patentes. Por otro lado, la tradición es un grado que otorga un palpable nivel de resistencia y favorece a los partidos históricos de la estabilidad, PP y PSOE. Sus suelos electorales continúan siendo elevados, a pesar de la aparición de nuevas formaciones. Es lógico que sea así, porque los apegos emocionales se mantienen por lo general a lo largo de la vida, y más en sociedades envejecidas. La demografía aporta un sesgo ideológico que premia el inmovilismo -y los privilegios establecidos- frente al cambio y la reforma. España, en este sentido, no es distinta al resto de Europa. Realmente, las divergencias en Europa reposan en los matices y no en las tendencias globales.

El gobierno ha llegado, sin embargo, agotado y sin proyecto a su segunda legislatura. La crisis económica impulsó el primer ciclo reformista, como una exigencia innegociable. Los hombres de negro trajeron austeridad presupuestaria, subidas de impuestos y un nuevo marco laboral. Pero este ciclo fue terminando a medida que el crecimiento del PIB endulzaba el rigor de los deberes aún pendientes. Rajoy ganó las generales sin otro programa que evitar la llegada a Moncloa del populismo podemita. Fue un voto del miedo, lo cual nos recuerda que en el imaginario del votante medio español Rajoy es un político de los años 90, con los elementos positivos y los negativos propios de este hecho. La incógnita para el PP es el largo plazo: su capacidad de consolidar una posición de poder que difícilmente va a mantenerse más allá de esta legislatura. La marcha de Moragas -mano derecha de Rajoy en Presidencia- sugiere la primera retirada a los cuarteles de invierno de un miembro clave del gobierno, con un sueldo bajo el brazo -como embajador ante la ONU- de 200.000 euros anuales. La salida de Moragas acompasa la pérdida de prestigio interno de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, cuya misión en Cataluña se saldó con un fracaso clamoroso. Su habilidad técnica -que nadie discute- contrasta con una dudosa intuición política y Cataluña seguramente ha sellado su futuro político, a pesar de la confianza que sigue poniendo en ella Rajoy. En los despachos de Madrid se mira ya en otra dirección.

? Un gobierno exhausto y falto de grandes iniciativas anuncia cambios a medio plazo. Rajoy desea agotar la legislatura, confiando en la inercia favorable del paso del tiempo: más empleo, sueldos más altos, alguna rebaja fiscal€ Sin embargo, los años no resuelven las cuestiones enquistadas. No siempre, al menos. Mientras tanto, el PSOE y Cs acercan posiciones. A favor de esta alianza juega el desgaste del PP y Podemos -por motivos bien distintos- y el final del bipartidismo. A favor juega la desconfianza que sienten los populares hacia el partido de Rivera. A favor juega también la previsible pugna interna que se va a abrir en el PP para la sucesión, si los resultados electorales siguen sin responder. Nadie quiere sumarse al perdedor cuando la derrota se asocia al final de un ciclo de poder. Por supuesto, todavía es pronto para asegurarlo. Hablamos sólo de tendencias, no de matices.

? La tendencia opta por una determinada sintonía, mientras descarta otras. La tendencia crea opinión, aunque no necesariamente la impone. Y la tendencia exige un horizonte de novedades para mantener el interés de la sociedad. Así llegó Zapatero al poder. Así lo hizo Aznar también. Y Felipe. La tendencia no quiere bloqueos, sino caras nuevas. Y éste es un dato a tener en cuenta en un 2018 que arranca con el blanco de las nevadas: la falta de iniciativa erosiona los proyectos políticos; al igual que la improvisación introduce una duda razonable en la credibilidad de los gobiernos. Sin liderazgos sólidos, el futuro se nos antoja un lugar inhóspito. Y el debate que en 2017 se ha abierto en España es el de los liderazgos.

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