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Lo personal es político

La Universitat de València realiza un esfuerzo notable promocionando la igualdad entre mujeres y hombres: contamos con una unidad específica, se elaboran planes cada cuatro años contra las desigualdades, hay un protocolo contra el acoso sexual€ Sin embargo, acabar con la discriminación por género sigue siendo un objetivo incumplido, y la juventud universitaria debe ser más relevante en este cambio social.

El 21 de diciembre se constituyó el Claustro de la UV, el primero tras las elecciones del mes de noviembre. Este órgano puede considerarse a grandes rasgos el parlamento de la Universitat, formado por miembros electos de los distintos colectivos: profesorado, personal de administración y servicios y estudiantado; además del equipo rectoral. En el claustro, como en el Congreso de los Diputados, se forman distintas comisiones, y una Mesa que preside las sesiones.

Para el alumnado, la única manera de ser elegido es a través de listas cerradas que las distintas asociaciones presentan en cada facultad con militancia. Cada asociación conforma luego en el claustro un grupo parlamentario, según el resultado global obtenido. Cada uno de estos grupos presenta candidatos y candidatas para cubrir las vacantes destinadas al estudiantado en las distintas comisiones.

Se supone que la igualdad vendrá de mano de la juventud, que el machismo será y tiene que ser erradicado por los líderes del futuro y que el estudiantado universitario está formado en igualdad y rechaza el sexismo. Lamentablemente, pudimos comprobar en el último claustro que esto aún es un sueño, y no una realidad. Las mismas asociaciones que durante campaña hacían de la igualdad su bandera, en cuanto no tienen la obligación de presentar candidaturas paritarias (como sí ocurre en las listas electorales), se olvidan de esta lucha. SAÓ, asociación de la que formo parte, fue la única que presentó candidaturas paritarias a los órganos del claustro, un 45 % de mujeres y un 55 % de hombres. ¿El resultado? Ninguna de las comisiones es paritaria en lo que al alumnado se refiere.

Desde el asociacionismo estudiantil deberíamos reflexionar sobre la realidad discriminatoria que estamos construyendo, sobre la infrarrepresentación de las que somos más de la mitad del alumnado de esta universidad. Si somos lo suficientemente buenas para estudiar, somos lo suficientemente buenas para representarnos. Como decían las feministas de la tercera ola, «lo personal es lo político». De nada sirve autodenominarse feminista si luego se impide el acceso de mujeres a la toma de decisiones. Desde SAÓ lo tenemos claro, seguiremos luchando contra el machismo en cada una de nuestras decisiones, llevando nuestros ideales personales a las decisiones políticas.

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