No me importa, aunque quizás sea exagerar, qué pasará la próxima temporada. He decidido vivir y disfrutar del momento. Este Valencia, como canta Mario Vaquerizo, me encanta. Tras varias temporadas decepcionada por el deambular del equipo y con el comportamiento interesado de unos y otros, me hipnotiza el buenhacer de Anil Murthy, Mateu Alemany y Marcelino García. Dicen que la calma es la virtud de los fuertes y el triunvirato así lo demuestra. Cierto es que, cuando la pelotita entra, la hiel se transforma en miel. Aunque económicamente el Valencia -CF y no FC como el presidente cree y ha estampado en su maleta- viva sobre el alambre, la percepción ha cambiado. No somos un equipo rico, eso es obvio, pero mola que estando anclados en los primeros puestos, se pueda fichar a futbolistas como Vietto y Coquelin (y eso que, como dijo Alemany, no había necesidad). El orgullo de pertenecer y ser ha renacido y el optimismo se ha disparado. Los valencianistas volvemos a pavonearnos ante nuestros rivales y el café de los lunes vuelve a sabernos a gloria. En València ahora se habla de futbol y los aficionados nos hemos vuelto a enganchar porque nos identificamos con los valores que los Zaza y compañía transmiten. La afición, a las duras y a las maduras, ha estado con el equipo pero ahora lo hacemos con otra cara. ¿Les sueña a ver visto ultimamente algún valencianista cabreado? Por eso me reafirmo en centrarse en el momento, en disfrutar de cada partido como si fuera el último y en ser felices.
Espero que en Riazor, y tras conocer que en cuartos de final el rival de Copa del Rey será el Alavés (la suerte que antes nos daba la espalda, ahora se ha aliado con nosotros), el Valencia no se congele y la alegría continue.
