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Una vez más

Y son... casi incontables ya. El Museo Balenciaga de Guetaria ha anunciado, en su programa para este año, el que será, sin duda, el evento estelar: «Balengiaga: revolución y legado». Y es que en 2018 se cumplen 50 años de la irrevocable decisión de Cristóbal Balenciaga. Tras presentar su colección de primavera/ verano 1968, cesa su actividad en la alta costura, cerrando sus casas de París y Barcelona, y poco después la de Madrid. A partir de entonces, según señala la directora del museo, «todas las creaciones de Balenciaga adquieren un valor patrimonial, empiezan a coleccionarse cuidadosamente y se plantea el imperativo de proyectar exposiciones de su obra». El modisto (cuya última aparición pública fue en el funeral de Chanel, en 1971) murió en 1972 precisamente en tierra valenciana como es sabido. Y el año siguiente, 1973, tuvo lugar la pionera y trascendental exposición sobre él en el Metropolitan Museum de Nueva York, organizada y dirigida por la célebre Diana Vreeland.

Es importante recordar que la segunda gran exposición de Balenciaga se efectuó en España, trayendo a Madrid -al edificio de la Biblioteca Nacional- el grueso de la de Nueva York, incrementando por una inmensa aportación nacional procedente del vestuario de más de 60 mujeres de la aristocracia y alta burguesía española. Si la exposición que ahora se anuncia en Guetaria contará -anticipan- con un centenar de modelos, trinta de ellos inéditos, la que se celebró en Madrid en 1974 exhibió nada menos que 265, casi 50 sombreros y un singin de piezas de alta bisutería, complementos muy habituales del estilo Balenciaga. El acontecimiento había sido promovido, curiosamente, por las Productoras Nacionales de Fibras Artificiales y Sintéticas, posibilitando por Presidencia del Gobierno y cinco Ministerios, y con una brilante lista de colaboradores. Las fechas (del 20 de febrero al 5 de abril del 74) nos remiten a la etapa final del tardofranquismo, en la que aquella explosión de belleza alcanzó un éxito memorable.

Hubo además un homenaje de los modistos españoles a su ilustre clega, con desfiles de Pedro Rodríguez, Elio Berhanyer, Carmen Mir, Lino, Herrera y Ollero, Santa Eulalia, Pedro Rovira y Pertegaz, como consta en el histórico catálogo, cuya portada creó especialmente Joan Miró «como testimonio de la acrisolada amistad que les unió», y que incluye interesantes textos, entre ellos un muy expresivo del famoso Cecil Beaton. Después de aquella exposición he tenido ocasión de admirar la obra de Balenciaga en bastantes ocasiones y distintas ciudades: París, Barcelona, Berlín, San Sebastián, pero el auténtico deslumbramiento que me produjo el enorme acopio de testimonios del talento de Balenciaga permanece, insuperado, en mi memoria.

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