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Javier Cuervo

Emoción, razón y odio

No es por quitar demérito como malvado a José Enrique Abuín, "El Chicle", presunto secuestrador, asesino y (probablemente) violador de la joven Diana Quer pero hay gente que necesita un antipirético emocional. Este tipejo no puede ser Satanás o el Mal y extremar las calificaciones de la perversidad de "El Chicle" no nos hace mejores sino lo contrario.

Hay que preocuparse por las personas que trasladan, en forma de odio, la repulsión que les producen los crímenes de Abuín a familiares de éste que no tienen nada que ver con violaciones, raptos, asesinatos... Empatizar con la familia de la víctima no se corresponde con antipatizar con la familia del asesino.

Lo que está pasando en el caso de "El Chicle" no es excepción sino tendencia. Se está dando por buena una indignación que legitima el odio como la que acabó declinando a Charles Lynch en el verbo "linchar"; la que convierte a un grupo en horda.

Por efecto de las redes sociales -que facilitan la expresión, cultivan la emoción y favorecen la inmediatez- parece que estamos en una epidemia de crueldad de personas que se creen cargadas de razón pero están febriles de emoción. También por las redes sociales sabemos que no es lo mismo expresar un deseo que cometer una fechoría pero da miedo cómo enseñan los dientes algunas personas. Deberían cuidarse para que la repugnancia virtuosa no les haga repugnantes.

No hay que confundirse con la empatía que producen una víctima o su familia. La empatía es un sentimiento de identificación, no una suplantación de la identidad. Es mejor sosegar a un turbado que enturbiarlo como es mejor un modelo que prefiere mantener la calma aunque sea menos rentable que mantener la intranquilidad.

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