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El factor francés se cuela en la campaña contra los abusos

Arde Hollywood. O, lo que es lo mismo, el corazón del espectáculo norteamericano. Mujeres en pie de guerra contra los abusadores. Galas de luto para sacar los colores a quienes utilizaron sus poderes para invadir y calcinar intimidades femeninas. Un grito de protesta que reclama justicia: "me too!". Yo también. No hay apenas voces en la Meca del Cine que intenten aportar matices en la gran cruzada contra los abusos sexuales en una industria que hasta ahora (como dice Steven Spielberg) miraba con el rabillo del ojo los tejemenajes de gente como Harvey Weinstein, aunque haya opiniones masculinas como Liam Neeson on Matt Damon que verbalizan su temor a una "caza de brujas". Imposible imaginar a una actriz o guionista de Hollywood que no se adhiera al movimiento contra los abusos, no solo sexuales sino de poder. Al otro lado del océano sí hay grietas en esa unanimidad feminista frente al problema. Y en la muy tolerante y abierta Francia (tierra de promisión para Roman Polanski, segunda patria sentimental de Woody Allen) hay mujeres que salen a la palestra para intentar reorientar el debate y criticar la polarización feminista.

El factor europeo lo introduce un colectivo de cien artistas e intelectuales del país vecino que han firmado un manifiesto en el que, entre otras cosas, se defiende que "la violación es un crimen. Pero el flirteo insistente o torpe no es un delito, ni la caballerosidad una agresión machista". Intolerancia contra el abusador, benevolencia con quien se limita a una intentona de seducción y cortejo, por burda que sea. No al peligro de ondear el puritanismo. Mujeres que afirman no sentirse representadas «por ese feminismo que, más allá de la denuncia de los abusos de poder, adquiere el rostro de un odio a los hombres y su sexualidad».

Un punto de vista suscrito, entre otras, por la actriz Catherine Deneuve, aunque la lluvia de críticas que recibió por parte de políticas y activistas feministas la llevó hace unos días a pedir disculpas a las víctimas de violaciones. Laurence Rossignol, ex ministra para los Derechos de las Mujeres, dijo que el documento en el que aparecía la firma de Deneuve es «una bofetada a todas las mujeres que denuncian la realidad sobre la depredación sexual». "Evidentemente nada en el texto pretende presentar el acoso como algo bueno. Si así fuese, no lo habría firmado", subrayó Deneuve, quejosa de manifiesto con el que quería denunciar la manipulación y cierto espíritu "de manada" y apología de la delación que alimenta movimientos como "#delata a tu cerdo". Pero, al tiempo, lamentaba que su buena intención fuera distorsionada por otras firmantes: "Decir en un canal de televisión que se puede tener un orgasmo durante una violación es peor que escupir en la cara de todas aquellas que han sufrido ese crimen". Es decir: Deneuve no rectificaba pero sí matizaba, aclaraba, puntualizaba. Marcaba distancias con los extremos de uno y otro lado.

La impulsora de ese manifiesto, la escritora y crítica de arte Catherine Millet, reprochaba en una reciente entrevista que se ha puesta en la picota "a ciertos hombres por hechos bastante mínimos, que han tenido consecuencias graves en sus carreras. Se ha constituido un tribunal público en el que ni siquiera se les ha dejado defenderse. De repente, tuvimos la sensación de que todos los hombres eran cerdos. Hay que meterse en la piel de quienes han padecido violencia sexual, pero también pensar en los hombres que han sido víctimas de acusaciones muy rápidas y con consecuencias graves en sus vidas profesionales".

Deneuve se pregunta: "¿Se va a quemar a Sade? ¿Designar a Leonardo Da Vinci como un artista pedófilo y borrar sus lienzos? ¿Descolgar los Gauguin de los museos? ¿Destruir los dibujos de Egon Schiele? ¿Prohibir los discos de Phil Spector? Este clima de censura me deja sin voz e inquieta sobre el futuro de nuestras sociedades". El debate está servido y promete palabras mayores.

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