Nuestros vecinos europeos se han tomado en serio la adaptación al cambio climático. No sólo aprueban planes de cambio en los sistemas energéticos, apostando por las fuentes limpias, sino que están preparando sus territorios a los efectos previstos del calentamiento global. Se aprueban planes de escala regional y local. En esta última escala de trabajo son especialmente activas las ciudades europeas, porque es, realmente, donde las medidas son más directas y efectivas y donde los ciudadanos cobran un protagonismo destacado en las tomas de decisión. Alemania, Dinamarca, Finlandia, Holanda, nos proporcionan muy buenos ejemplos de planes de adaptación del territorio al cambio climático. Qué envidia. Aquí, en nuestro país son contados los ejemplos; casi excepciones. En la Comunidad Valenciana, el actual gobierno ha lanzado un plan para proteger el frente litoral, en concreto, la infraestructura verde del litoral. Es decir, las escasas ventanas de valor ambiental y patrimonial, que quedan sin ocupación urbana o con un uso residencial extensivo. Pues no. Ni eso. Se prefiere urbanizar todo, porque cada metro cuadrado de litoral son puestos de trabajo e ingresos económicos que se pueden perder si no se transforman para uso residencial. Y para ello hay dos argumentos «poderosos». Málaga tiene transformado el 80 % de su franja litoral y la Comunidad Valenciana apenas el 55 %, todavía queda margen. Y el plan que se intenta aprobar no ha calculado, de forma seria, el lucro cesante y las indemnizaciones que habrá que pagar a los propietarios por la pérdida de derechos de urbanización. Es lo único que preocupa. Habría que decir si alguien calculó el monto de la burbuja inmobiliaria y el coste que ello ha tenido en puestos de trabajo, ayudas a las entidades financieras, pérdida de poder adquisitivo, etc. para todos los españoles. Pero eso no importa. Ladrillo, ladrillo y ladrillo...Y trasvases, por supuesto, para completar el escenario del próximo pelotazo que ya está en ciernes, aunque para el abastecimiento urbano del litoral se ha demostrado en estos años que no es necesario. Qué me importa a mí la sostenibilidad y la adaptación al cambio climático. Eso son cuentos de cuatro ilusos conservacionistas...yo entre ellos.