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"Corregir una injusticia histórica"

Corregir una injusticia histórica», dijo ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, cuando anunció el futuro ramal a Zaragoza que construirá el ministerio para unirlo al corredor Alántico. «Corregir una injusticia histórica», es lo que tendría que hacer cuanto antes el responsable de las obras públicas del Gobierno de Mariano Rajoy con la Comunitat Valenciana. Porque a orillas de ese mar azul que tan bien interpretaba Sorolla en sus lienzos, tenemos mucho que decir sobre injusticias históricas que, o no se corrigen o se dilatan eternamente a base de promesas incumplidas.

Porque a orillas del Ebro estarán encantados con el anuncio, con esa inminente conexión al corredor Atlántico, con esa plataforma logística de Zaragoza tan importante para todos, para nosotros también y sobre todo, aunque la tengamos que ver desde una lejanía inimaginable para una distancia de tan solo 325 kilómetros del siglo XXI.

Porque a orillas de ese mar Cantábrico y océano Atlántico bravos, también estarán celebrándolo; la famosa "Y" vasca de la alta velocidad les despeja las vías convencionales para multiplicar la frecuencia de los trenes de mercancías. Y encima la rebaja del cupo y los 1.400 millones de ahorro por apoyar los presupuestos del jefe Rajoy que tanto nos ahogan.

Pero a orillas del Mediterráneo las cosas se ven de otra forma. Estamos hasta las narices de ver pasar trenes que hacen amagos de detenerse y cuando pones un pie en el arcén pasan de largo porque hay otra parada más lejos esperándoles.

Y estamos hasta las narices porque hemos vivido en reiteradas ocasiones las mismas situaciones.

Porque teniendo uno de los tráficos rodados más intensos entre capitales (Madrid-València) fuimos casi los últimos de España en contar con una autovía (la A-3 por la vieja N-III).

Porque teniendo una de las líneas ferroviarias con mayor potencial y rentabilidad entre capitales (Madrid-València), fuimos de los últimos en tener una línea de AVE.

Porque teniendo uno de los puertos más importantes de Europa en movimiento de contenedores, también seremos de los últimos en tener unas conexiones -Corredor Mediterráneo, Corredor Cantábrico-Mediterráneo- adecuadas para el elevado volumen económico y de mercancías que se genera.

Y la retaila de «porques» sería infinita. Como lo es la espera del túnel pasante, del parque Central de València y de una estación del AVE «no provisional» y con calefacción.

Y como probablemente lo será la espera a que esa línea ferroviaria del siglo XIX que une Zaragoza y València pasando por la olvidada ciudad que también existe -Teruel- tenga las funcionalidades propias de un ferrocarril del siglo XXI; porque aunque la electricidad existe desde el siglo XVII, no ha llegado aún al tramo de la línea entre Sagunt y Teruel, en donde las vías se retuercen al paso de los trenes.

Y después de que haya tenido que ser la Autoridad Portuaria de Valencia (APV) la que deba sacar dinero de su presupuesto -más de 50 millones de euros- para mejorar un trazado que pertenece a otra empresa del Estado, Adif, ¿por qué vamos a tener que creernos la promesa de Fomento de los 335 millones de euros de inversión para los próximos cuatro años en la línea Sagunt-Zaragoza?

Sin irnos muy lejos en el tiempo, el hombre que guarda los dineros a Rajoy, Cristobal Montoro, prometió la reforma del sistema financiero antes de finalizar 2017. Y su jefe, hace solo unos días, aseguraba que el tema no entraba en sus prioridades de 2018.

¿Y entonces?

El mundo está lleno de creyentes, pero yo me apunto a la estirpe de los escépticos. No es una religión ni nada parecido pero evita muchas decepciones.

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