Como ya he comentado otras veces, en climatología, cuando no tenemos actualidad reseñable siempre nos queda tirar de nostalgia del pasado remoto que, esta vez, no lo es tanto. No me voy a poner muy técnico, me voy a rememorar, regodéandome, en lo que pasó hace justo una año desde mi vivencia personal en Alcoi. Los pronósticos habían anunciado primero frío y luego nieve pero todo fue mucho más allá. El martes 17 de enero de 2017, tras el primer fuerte bajón térmico, a última hora de la tarde caía una ligerísima capa de nieve sobre mi pueblo, yo no estaba allí, pero pronto me llegaron montones de mensajes, era el preludio. A primeras horas de la mañana del miércoles 18, mientras nevaba en varios pueblos del litoral alicantino, una nevada ya moderada cuajaba con facilidad, aunque no durara más de dos horas ni acumulara muchos litros, gracias a unas temperaturas muy bajas para ver nevar en esta zona. Todo el mundo me decía que ya había nevado, que ya estaba, y se sorprendían un poco cuando les comentaba que faltaba la "verdadera" nevada, la del día siguiente. El jueves 19 de madrugada empezaba a llover y los teléfonos hervían de impaciencia, ¿bajaría la cota y tendríamos esa supernevada que se esperaba? En plena madrugada mire el radar y vi como se dirigía hacia nosotros desde Ibiza una inmensa mancha de precipitación. Mientras, haciendo "faroling" (acto de mirar a la luz de las farolas si llueve o nieva), se adivinaba algún copo entre la lluvia. Conseguí volver a dormirme y a las 6 de la mañana "oí" el característico sonido de la nieve, el silencio, no se escuchaba la lluvia. Fue mi esposa la que se atrevió a abrir la persiana para confirmar lo que se intuía, copos enormes caían en una verdadera "tormenta de nieve", rayos y truenos incluidos. Siguió todo el día acumulando, a ratos sólo, porque las temperaturas rondaban los 0º C y a veces eran positivas, pero el espectáculo era grandioso. El viernes 20 tuve la oportunidad de explicar a mis alumnos del Master de Planificación y Gestión de Riesgos Naturales, sobre la marcha, como era eso de ver nieve, deshielo y crecida de cauces en la Montaña de Alicante. Aun quedaba un fin de semana, el 21 y el 22 de intensa lluvia, con nieve ya por encima de los 1.000 metros, y de fuerte viento. Toda esa combinación generó deslizamientos, inundaciones, y, especial mente, tiró numerosos pinos. Era realmente la tormenta perfecta y le reconciliaba a uno con esta afición-profesión. La penitencia fue que desde marzo de 2017 casi no hemos visto llover decentemente, esperemos que todo cambie.