Poco antes de la navidad de 2010 llegaba a Castelló el primer Alvia desde Madrid. Era el primer tren que recorría ese trayecto en menos de tres horas; más de hora y media por debajo de lo que hasta entonces se empleaba en ir o volver a la capital de España en ferrocarril. Un salto cualitativo y cuantitativo muy importante en la conexión ferroviaria entre ambas ciudades que suponía un ahorro del 40 por ciento del tiempo de viaje.

Del Alvia decían los Fabra (Carlos y Alberto) que era «un tren tuneado», «un fraude», «una burla». Ni siquiera quisieron asistir aquel 19 de diciembre a la llegada del viaje inaugural. No era suficientemente bueno para ellos y enviaron a sus segundos Francisco Martínez y Javier Moliner. ¡Y ganábamos 100 minutos en el trayecto! Y lo que es más importante: ni uno sólo de los cercanías Castelló-València se vio afectado por la incorporación de las nuevas circulaciones. Los Civis empleaban 45 o 50 minutos; el resto, en torno a una hora. Así siguieron haciéndolo hasta que la ocurrencia del tercer carril convirtió ese servicio en una trampa para miles de usuarios y usuarias cada día.

El lunes Mariano Rajoy llegará a la estación de Adif en Castelló a bordo de un AVE. Bien está? Pero mejor estaría si no dedicaran tantos esfuerzos sus delegados comerciales en esta tierra a desdibujar la realidad. El AVE llegará pero a velocidad de Alvia desde Valencia. Llegará para ahorrarnos 20 minutos; en algún caso, menos de diez. ¡Ocho años y 200 millones de euros para ganar algo más que un cuarto de hora! Y llegará condenando al servicio de cercanías de la línea C6 a los peores horarios de los últimos 20 años. 25 de los 41 cercanías que salen a diario hacia València llegan desde hace tres años, y seguirán llegando, más de una hora y cuarto después a su destino. Del resto, ninguno lo hace en menos de una hora. Inadmisible a estas alturas.

El lunes el tren del presidente viajará entre València y Castelló por las mismas vías que utilizan el resto de convoyes de pasajeros y mercancías en ese trayecto. Es la crónica de un colapso largamente anunciado. Lo saben, lo sabemos todos, pero están entregados (Barrachina y sus compinches) al disimulo descarado y a la sobreactuación vergonzante. No perdamos de vista a este pájaro de cuenta travestido en «AVE Low Cost» porque en estos tiempos que corren nada, o casi nada, es lo que parece.