Hace poco más de un año, las Fallas fueron declaradas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad consiguiendo situar a nuestra fiesta grande y a València en el punto de todas las miradas. El mundo se rindió a los pies de nuestra ciudad, ensalzando y valorando las Fallas como una expresión de la creatividad colectiva, donde se salvaguardan las artes y oficios tradicionales, propiciando la comunicación y el diálogo entre los ciudadanos. Hablamos de un reconocimiento internacional avalado por 24 países firmantes de la Convención de la Unesco para proteger el patrimonio cultural inmaterial.

Desde ese momento, y más concretamente desde la entrada en el Ayuntamiento de València del tripartito de Joan Ribó, el mundo fallero está viviendo una auténtica persecución política, orquestada por aquellos que no creen en nuestras tradiciones y que con dificultad se sienten valencianos y españoles. El concejal de Cultura Festiva de València, que desde hace tiempo debería haber sido destituído, ha impulsado infinidad de acciones para desestabilizar, criminalizar y cercenar la independencia del colectivo fallero. La polémica encuesta fallera, la publicación de un vocabulario para catalanizar las expresiones más autóctonas de nuestra fiesta, la imposición de unas supuestas normas de vestimenta a las falleras, el enfrentamiento con la Interagrupación de Fallas o la huída de sus responsabilidades al frente de la Junta Central Fallera, son algunas de las perlas que cabe atribuir a Pere Fuset, el concejal de unas fiestas que no se cree.

Pero si esto lo hace el concejal de Cultura del Ayuntamiento de València es porque, desde la corporación municipal, tiene un alcalde que se lo permite. Ribó, ese político de origen catalán que se burló de las Fallas afirmando que «su estilo es grotesco y el de las Hogueras más artístico», difícilmente puede valorar unas fiestas que no entiende ni comparte, más aún cuando esta expresión cultural de nuestro pueblo siempre ha tenido una especial relación con ese valencianismo tradicional que muchos defendemos.

A poco más de un mes para el comienzo de las Fallas, la mejor promoción que podía buscar Ribó era retorcer el discurso de la igualdad, para utilizarlo maniqueamente contra los artistas falleros, los monumentos e incluso las verbenas. Gracias a Ribó, Fuset y la Comisión inquisitorial por la Igualdad de Género en las Fallas, están consiguiendo que este tema acapare los informativos nacionales, generando demagógicamente una polémica inexistente y otra vez a costa de la mujer.

No hay peor política que intentar imponer a la trágala el discurso de la igualdad, puesto que obtienes el resultado contrario. Y no hay peor enemigo que aquél que airea mediáticamente los temas para atacarte, en lugar de resolverlos en privado. Los valencianos y valencianas tenemos un problema muy serio en el Ayuntamiento.