La explanada entre el Tinglado 2 y la sede de la EDEM en la Marina de València tiene más de 5.000 m2 de superficie y constituye el espacio público abierto más importante de una dársena histórica que acumula la memoria del trabajo y el descanso de millones de mujeres y hombres del mar, el puerto y los poblados marítimos a lo largo de varios siglos. En los años 80 del XX y por acuerdo del entonces alcalde Ricard Pérez Casado y el presidente de la Autoridad Portuaria Fernando Huet, se instaló la grúa cabriola que había funcionado entre 1927 y 1967. Representa ferramentes clave en las faenas portuarias.

En los 90 se construyó la pérgola modernista donde las asociaciones musicales del litoral ofrecieron conciertos dominicales durante 24 años para disfrute de mayores y menores; mis hijas, mi mujer y yo entre ellas/os. Era un elemento asociado al descanso y a la cultura que fue desplazado por los grandes eventos hacia el lejano este donde autoridades y asociaciones intentan revivir su grata función.

Y para próxima fecha está prevista la inauguración de una escultura -la Pamela de Manolo Valdés- instalada en el cantil (mirando a los yates) sin que se conozca la ordenación de ese estratégico espacio y con el anuncio de que la vigilancia de la escultura -regalo a la ciudad de la Fundación Hortensia Herrero- será privada, lo que ha suscitado inquietud en ciudadanos conocedores de procesos de privatización de espacios públicos en Londres, Nueva York, Santiago y otras ciudades, conocidos como Privately Owned Public Spaces (POPS).

La rotonda de conexión entre la Alameda, la calle Menorca y el puente de l´Assut de l´Or, conocida como del Aqua, tiene también más de 5.000 m2 y alberga una subestación de Red Eléctrica subterránea. Su construcción fue iniciada en 2012 y terminada el año pasado tras sortear serios problemas por el elevado nivel freático del sector. Podrá ser la rotonda más grande de València y su diseño básico, funcional, está asociado a la distribución del tráfico en vías de alta densidad de vehículos. Su ordenación -paisaje de huertos- fue encargada al arquitecto José María Tomás, quien ha diseñado unos espacios rectangulares que semejan una asediada piña de huertos urbanos.

En el artículo Culturas y esculturas en València, publicado el pasado 26 de diciembre, se hizo una atrevida pero lógica sugerencia al alcalde Joan Ribó, al escultor Manolo Valdés, a la señora Hortensia Herrero y a la ciudadanía: Suspender el montaje de la Pamela, convocar un concurso para la ordenación de la explanada y estudiar la implantación, en la rotonda del Aqua, de dos o tres cabezas cubiertas de Valdés compatibles con los comercios aledaños. En el primero de 2018 (del 10 de enero), En defensa del espacio público, se sugiere que el mejor sitio para iniciar una marcha de reivindicación ciudadana en el Litoral -en defensa de los barrios y la huerta- es la Marina; y el mejor para la concentración final es frente al Xalet de Bartual, en los límites de Natzaret con la ZAL. En las pancartas y volantes se podría preguntar: ¿De quién fue la absurda y ofensiva idea de unos huertos urbanos de mentiras en medio de los coches, cuando la huerta de verdad está amenazada por todo tipo de infraestructuras? ¿No sería más coherente, rentable, ecológico, urbanístico y turístico que la Pamela invitara a entrar al Corte Inglés; la explanada del Tinglado 2 se convirtiera en una Plaça de la Memória, y en la ZAL se volvieran a cultivar alubias, patatas, lechugas y tomates?