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Basura cósmica

El papa Francisco ha puesto el dedo en la llaga sobre una preocupación que pesa sobre muchos: las noticias falsas y el mal uso de las redes sociales. Dice el papa que el germen de la información sesgada está en el origen de los tiempos, cuando Eva sucumbió a la tentación que le sirvió en bandeja la serpiente, porque el bicho manejaba información engañosa ya en el Jardín del Edén. Así pues, hemos encontrado el embrión de uno de los problemas más graves a los que se someten los flujos informativos desde que el mundo es mundo, pero nos queda cómo resolverlo, y me temo que no hacemos más que complicarlo.

El afán por comunicar ha saltado las fronteras del chisme callejero y de la información profesional encontrando apostento en las redes sociales. La sed de poder o de protagonismo de muchos no es un fenómeno reciente, sino que desde los tiempos de Adán y Eva, somos proclives a distinguirnos de los demás, y quien tiene la lengua larga ha encontrado su filón en el mundo digital. El papa ha acreditado que el mal uso de la facultad de comunicar queda ya patente en la fatídica relación entre Caín y Abel y en la Torre de Babel, o sea, que viene de largo, y nos ha pedido los periodistas de hoy un compromiso especial para evitar la desinformación.

Tengo para mí que la mayoría ejercemos nuestra profesión bajo las premisas de la veracidad, el rigor y la transparencia, pero no podría decir lo mismo de lo que rueda por las redes sociales, a las que tanto crédito se da en ocasiones sin reparar en que cualquiera puede emplearlas como elemento detonador para expandir trolas. Siempre he tenido fe en la máxima de que en el centro de la información no debe estar la velocidad en darla o el impacto en las cifras de audiencia, sino en las personas.

El verdadero drama de la desinformación en la actualidad es el ejercicio impune del descrédito al otro y de potenciar la intolerancia, algo que desgraciamente observamos en esos lugares de internet. Pero, claro, ¿cómo le vamos a pedir a la gente que tenga las ideas claras si entras en su casa y tienen un buda en el recibidor, solo porque les gusta y les parece muy original, sin conocer lo que representa, pero luego se dan golpes de pecho ante los pasos de Semana Santa también por puro folclore?

Ante lo que está al alcance de todos, ante la globalización tóxica en la que la sensatez y el criterio ha desaparecido dejando lugar a una complacencia genuflexa, solo nos queda leer más, y dar con ello ejemplo a nuestros hijos, para poder desbrozar nuestro entorno de la basura cósmica que nos llueve.

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