El sociólogo Ignacio Urquizu escribió en 2012, lejos del pensamiento imperante, que la socialdemocracia no sólo no estaba en crisis, sino que tenía importantes retos por delante. Lo argumentó en un breve libro titulado La crisis de la socialdemocracia: ¿qué crisis? que merece la pena releer ahora.

Esos retos se han evidenciado en la Comunitat Valenciana y en la ciudad de València desde 2015 con los gobiernos del Botànic y de la Nau. Desde la izquierda se ha sabido articular una respuesta al descontento que en la sociedad valenciana habían generado las políticas de la derecha gobernante hasta entonces, de recortes en derechos e incluso en libertades y generadoras de crecientes desigualdades.

La época de los partidos políticos monolíticos ha pasado y la sociedad lleva ya un tiempo reclamando un nuevo modo de hacer y entender la política. En este sentido, el PSPV-PSOE ha mostrado una capacidad de adaptación importante y ha contribuido en primera línea, en el ejercicio de nuestra responsabilidad, a construir -o reconstruir- lo que algunos autores han llamado la buena sociedad.

Considerando esta breve reflexión teórica, el partido socialista de la ciudad de València ha conseguido llamar la atención de esa ciudadanía que no espera solo votar cada cuatro años, sino que exige un compromiso continuado en todos los aspectos de la vida. Y ese compromiso de organización política con credibilidad y que se identifica con las preocupaciones y los intereses de amplios sectores de la sociedad, especialmente los que más han sufrido por la crisis económica, responde al buen hacer de Sandra Gómez como portavoz del grupo municipal socialista y como responsable de las distintas áreas de gestión que progresivamente ha ido asumiendo desde junio de 2015.

Así, las propuestas de la candidatura de Sandra Gómez para la Secretaría General del PSPV-PSOE de la ciudad de València siguen la misma línea de buscar complicidades ciudadanas. Propuestas que invitamos a leer con atención pues suponen un alegato esperanzador contra el sentimiento de frustración social, propuestas que suponen la reivindicación de la política con mayúsculas, la política que disminuye la desigualdad, ya que la desigualdad corrompe la sociedad desde dentro.