Es necesario crear un «Podemos de derechas», dijo el presidente del Banco Sabadell, Josep Oliu. Solo hay que ver a Ciudadanos cuatro años después de aquellas palabras. Los resultados de las elecciones catalanas han abierto en canal las relaciones entre este partido y el PP. Se avecinan tiempos de guerra entre ellos por la lucha electoralista del centro político. Albert Rivera representa ese nuevo perfil desideologizado que, como el mismo ha reconocido, igual puede pactar con el PP que con el PSOE.

El descrédito de la corrupción junto con la errática gestión que el Gobierno está haciendo respecto de la crisis soberanista en Cataluña, constituyen el elenco del que se alimenta Ciudadanos. Así, gracias a la enorme capacidad con la que este partido capitaliza el desgaste del PP, la regeneración política de la derecha se está haciendo a través de ellos. Sin embargo, se trata de un hecho que llama la atención por varias razones. En primer lugar, por lo paradójico que resulta enarbolar la bandera de la regeneración de la vida pública y contra la corrupción, dando soporte parlamentario al Partido Popular. En segundo lugar, porque tampoco aporta una alternativa política en cuanto a los planteamientos del PP sobre la cuestión soberanista: apoya la resolución judicial del problema.

Rentabiliza los errores del PP como nadie. Un ejemplo de ello, lo hemos vivido a colación del último capítulo del serial de la crisis catalana a partir la propuesta del Gobierno para la impugnación de la investidura de Puigdemont. Hasta ahora, PP, PSOE y Ciudadanos, han ido de la mano. En esta ocasión, Mariano Rajoy había consensuado dicha impugnación con Pedro Sánchez pero no con Albert Rivera. La guerra está servida. No obstante, el propio Rivera salió beneficiado de ello tras conocerse el dictamen del Consejo de Estado por el cual no avalaba el recurso del Gobierno al basarse en una «hipótesis». Otro error en la estrategia jurídica que finalmente ha tenido que enmendar el Tribunal Constitucional. En este punto, y en relación al PSOE, no estaría de más que Pedro Sánchez reflexionara acerca del apoyo incondicional que le está prestando al Gobierno en su línea estratégica.

Los partidos soberanistas tienen que respetar las reglas del juego del Estado de Derecho, cierto. Pero, no menos cierto es que, los demás no pueden dejar de tener en cuenta el resultado de las elecciones en Cataluña. Es por tanto una cuestión sumamente compleja que va más allá de una solución exclusivamente jurídica: el nacionalismo no se va a resolver a base de resoluciones judiciales. Ante esta situación, el PSOE debería establecer un discurso con una narrativa propia, capaz de liderar la vía política como solución. Algo que, entre otras cosas, pasa por abordar la reforma federal de la Constitución. Ir a remolque de la estrategia judicial del PP puede acabar defraudando la idea de un nuevo PSOE. Mientras tanto, Ciudadanos sigue creciendo.