El médico de familia, la pediatra, la matrona, la enfermera y la trabajadora social, constituyen los primeros profesionales de contacto y los sucesivos del paciente con el Sistema Nacional de Salud (SNS), con la ayuda de los celadores, las auxiliares de enfermería, y los administrativos (el equipo de Atención Primaria, AP). La sostenibilidad del SNS depende del compromiso de los profesionales, los gestores y los ciudadanos. La población envejece, la atención sanitaria es cada día más eficaz, pero más costosa económicamente, y los usuarios tienen mayores expectativas y demandas cada día más exigentes, con una medicalización creciente de la vida y de la sociedad.

El Ministerio de Sanidad presentó el Proyecto AP-21, en noviembre de 2005 con el consenso y apoyo del Consejo Interterritorial del SNS. Según esta estrategia, lo que daría sostenibilidad al sistema sanitario es tener una AP de calidad, orientada al ciudadano, con gran capacidad de resolución y que potencie la continuidad asistencial, contando con unos profesionales motivados y capacitados y con una organización descentralizada, participada y eficiente. La Organización Mundial de la Salud (OMS) tituló su informe anual de 2008 Atención Primaria, más necesaria que nunca, debido a las tres tendencias que se observaban en los sistemas sanitarios de todo el mundo: hospitalocentrismo, mercantilización y fragmentación de la atención sanitaria. Desde la OMS-Europa, se acordó en 2012 la Estrategia Europea Salud 2020 para proteger y promover la salud y el bienestar de los europeos, especialmente los grupos más vulnerables. Propone la OMS invertir en la mejora de la salud de la población, adaptar las políticas a los cambios demográficos y centrada en las personas, destacando la importancia de la prevención de la enfermedad y la promoción de hábitos saludables (comer sano, hacer ejercicio y reducir el tabaco y el alcohol). En España, el funesto Real Decreto 16/2012, supuso un retroceso y una auténtica contrarreforma sanitaria que deja sin cobertura a amplios sectores de la población y que castiga a los enfermos, a los pobres y a los dependientes con severos copagos, a veces inasumibles, para las maltrechas economías familiares.

El IV Plan de Salud 2016-2020 persigue mejorar el nivel de salud y reducir las desigualdades en salud en nuestra sociedad, con actuaciones concretas desde la administración y contando con la participación de la ciudadanía. Además de practicar el principio de salud en todas las políticas, fortalecido desde las distintas consellerias del gobierno valenciano. Se perciben avances y mejoras (receta electrónica, historia clínica informatizada, interoperabilidad entre comunidades autónomas, mayor acceso a pruebas diagnósticas y terapéuticas desde AP), pero en el día a día, persisten las demoras -con o sin gripe- y las listas de espera. Recibimos palabras motivadoras, pero escasos hechos que sean relevantes y orienten el modelo de atención, hacia la AP. Es necesario evaluar el impacto de la Estrategia AP-21 de 2007-2012 lo antes posible para elaborar e implantar una nueva estrategia que evite un deterioro mayor del primer nivel de atención, el más cercano y resolutivo para el ciudadano. Se necesita un nuevo impulso para recuperar el papel central, el eje y motor del sistema sanitario. La atención primaria pide paso rápido hacia el siglo XXI. Todos los estudios sanitarios nacionales e internacionales coinciden: sin una atención primaria fuerte y resolutiva, el sistema sanitario al completo está en peligro. La sostenibilidad del SNS está comprometida: si el gasto hospitalario sigue creciendo desmesuradamente y a la atención primaria se le reduce de forma sostenida su presupuesto, sus inversiones y sus profesionales, se gripará el motor. Habrá más sufrimiento e insatisfacción de profesionales y ciudadanos, con más gasto sanitario incontrolado.

Los retos que identifica la AP del siglo XXI son: el aumento de morbilidad y cronicidad, el incremento de la autonomía y de las expectativas de los pacientes, los recortes presupuestarios, el rápido desarrollo de las tecnologías de la información y de la comunicación, con nuevas tecnologías sanitarias y medicamentos más caros, además de un desarrollo mayor de las competencias profesionales. Para ello, es esencial que el 20 % del presupuesto de sanidad sea para la atención primaria en 2020. Las mejoras que se propongan deben ir dirigidas a ubicar los recursos allí donde sean más eficientes, a mejorar la coordinación y la continuidad asistencial, a incrementar la resolución de los problemas en primaria y a adaptar la organización sanitaria a las nuevas necesidades. Necesitamos cambios en el modelo de atención sanitaria. En un día de consulta (con más de 40 pacientes de media en algunos departamentos de salud), no se puede tratar igual, ni dedicar el mismo tiempo a un catarro, una gripe, una depresión, un asma, un cáncer, una descompensación cardiaca o una demencia. Esta es realidad diaria de los médicos de familia y por todo esto vemos con preocupación cómo las consultas se masifican y se medicalizan en exceso: sobrediagnósticos y sobretratamientos. Algo está fallando estrepitosamente.

Y los ciudadanos quieren participar más en la toma de decisiones, quieren implicarse y estar adecuadamente informados, formados y empoderados ya sea a través de los consejos de salud o de las asociaciones de enfermos. Cercanía, confianza, continuidad, resolución de problemas y una buena comunicación, son elementos muy valorados por los pacientes y que dan prestigio social a todos los profesionales, y así aparecen en las encuestas. También aparecen la escasa financiación sanitaria, las demoras en atención primaria y las listas de espera de atención especializada. Los médicos de familia y el resto de los miembros de los equipos de Atención Primaria estamos dispuestos a realizar aportaciones relevantes en la línea de mejorar el motor y eje del sistema sanitario. Pedimos colaboración, voluntad y coraje. El sistema sanitario público nos lo agradecerá en el futuro del siglo XXI.