«Anem dient les coses pel seu nom! Si no trenquem el silenci, morirem en el silenci». Raimon (1974)

A golpe de gong se inicia la campaña electoral 2019. A bombo y platillo han coincidido Soraya Sáenz de Santamaría -nuevo look incluido-e Isabel Bonig, en la misma tribuna de Fórum Europa, para apuntalar al PPCV. Primer error: no mencionar la corrupción cuando era la palabra que estaba en la mente de toda la audiencia. A los toros desmandados, para sujetarlos, se les controla por los cuernos. Pero de cara. Después se recita el mea culpa. Indispensable: imaginativamente se dan las explicaciones creíbles que se quiera. Segundo error: empeñarse en que todos los españoles somos iguales cuando no es verdad y el Gobierno del PP lo sabe. Tercer error: denigrar la figura del president Ximo Puig al tiempo que se apela a la vocación de Estado de los socialistas para alcanzar la estabilidad de España. Mal camino.

Relevo.

El gong se manifiesta a golpes imperativos y reverbera en su perímetro de audiencia. El delegado del gobierno, Juan Carlos Moragues, se excedió con un despliegue policial patente a más de trescientos metros. Como buen Levante feliz somos tierra de paz. Se ha producido el aldabonazo de salida en el relevo del Partido Popular por Ciudadanos, liderado por Inés Arrimadas y Albert Rivera. Mariano Rajoy absorto por la insurgencia catalana ha perdido la supremacía del centro-derecha. Los resultados del 21D así lo confirman. El PP tiene cavada su tumba con la pala de la corrupción y sus secuelas. Los que «mandan»—grupos de presión-- hacen cábalas para repartir voluntades y apuestas de futuro. Lo dicen los hechos, los rumores—fake news-- y las crónicas.

Trallazo.

Como un trallazo han caído las impertinentes declaraciones del presidente gallego, Alberto Núñez Feijoo, contra la financiación justa para las autonomías. En concreto para el País Valenciano, cuando la suya, patria chica de Mariano Rajoy, se beneficia en detrimento de las demás. Se puede ser más inoportuno, pero no más torpe a la hora de provocar animadversión territorial en la España de las autonomías. Ocurre a los gobernantes, que el subconsciente les traiciona con los argumentos que comparten entre correligionarios. Esta es la esperanza blanca del PP, un mirlo para enjaular, que ha enardecido a la clase política valenciana en unánime maldición. Un milagro.

Discordia.

Divergencia sonada con la vicepresidenta Sáenz de Santamaría en su alocución. Afirma que el Gobierno quiere aprobar la reforma de financiación autonómica ¿Cómo quedamos? Eso sí, nos «regalan» -qué parte del Estado a qué parte del Estado?- a los valencianos 11.400 millones por la condonación de intereses. Con el donativo y el fondo de liquidez autonómica (FLA) dicen «mantuvimos gran número de empresas» -¿quién mantuvo a quién?- en la crisis y con un guiño de complicidad: «como bien saben los empresarios aquí reunidos». Salvador Navarro y J.V. Morata, asentían. Nada de agricultura, nada de industria, nada de exportación y mucho turismo en el botafumeiro para el quinto destino de visitantes en España. El mantra de moda. Mención a las infraestructuras que abandera el ministro «valenciano» de Fomento, Íñigo de la Serna que tiene en su agenda 18 muescas, que corresponden a otras tantas visitas que lleva realizadas a la Comunitat Valenciana—según el PP, estratégica para el conjunto de España--. El Corredor Mediterráneo, dicen que anuda la vertebración del Estado en una zona habitada por el 50 % de la población (pegada al litoral marino desde Algeciras hasta los Pirineos). Para el Gobierno, dice la vicepresidenta, «la Comunidad Valenciana es importante». Si para lo importante tardan, por el momento, más de 38 años ¿qué hacen con lo secundario?

En la llaga.

Albert Camus decía que la estupidez siempre insiste. ¿No percibe Núñez Feijoo que estas posiciones son las que han abocado al contencioso catalán, ahora en carne viva, con la inestimable colaboración de su Partido Popular? El trasfondo de las reivindicaciones catalanas, valencianas y de las autonomías maltratadas, es idéntico. Entre líderes anda el poder. La intervención de Isabel Bonig, presentada por la vicepresidenta Sáenz de Santamaría ante un público leal, ha sido un intento de contrapesar los daños de la corrupción en la fiabilidad del partido más votado, hasta 2015, en la CV.

Inútil el esfuerzo por desacreditar al Consell de Ximo Puig, cuando es conocido que el gobierno de los valencianos tiene sus órganos de decisión en Madrid. En los diferentes ministerios del ejecutivo de Mariano Rajoy. Ni hacienda, ni obras públicas, ni educación, ni sanidad, ni servicios sociales, ni cultura, ni los ayuntamientos, pueden gestionarse en tierras valencianas sin permiso del ministro plenipotenciario, Cristóbal Montoro. No hace falta ni el 155 que afrenta a los catalanes. Y recuerden: el separatismo y el catalanismo dejaron de ser problema hace tiempo en la Comunitat Valenciana. No se cansen.