El próximo jueves 15 de febrero es una fecha importante para el IVAM, pues se inaugura la exposición Joan Miró. Orden y desorden. Y lo es por muy diversas razones: por ser la primera vez en la historia de este museo que se organiza una gran exposición sobre la obra de Joan Miró (Barcelona 1893, Palma 1983), de hecho no podíamos dejar pasar más tiempo sin preparar esta muestra, que consideramos imprescindible para entender el arte del siglo XX; porque, evidentemente, es un honor para el IVAM organizar una exposición sobre uno de los pintores más emblemáticos, una clara referencia en el arte español e internacional, un artista que siempre intentó ir mucho más allá de los límites que, supuestamente, tenía la pintura; porque su obra está profunda e íntimamente ligada al contexto geográfico (especialmente a Cataluña y Baleares) en el que se ha producido, lo cual ha dejado, podemos asegurar, una honda y sólida impronta de clara tradición mediterránea en su quehacer creativo; porque el IVAM ha evitado hacer «una exposición más» sobre Joan Miró, más bien al contrario, nos hemos esforzado por tratar de dar una visión bastante más heterodoxa e interdisciplinar de lo que es habitual, con el fin de poner en valor un conjunto de obras que por su técnica o soporte, en muchas ocasiones, han sido consideradas como menores o poco importantes. Hemos pretendido mostrar ese otro Miró, o mejor, ese «Miró otro» (como tituló Pere Portabella su cortometraje de 1969), un Miró distinto, más inconformista y rebelde. Por ese conjunto de motivos, entendemos que en esta exposición, que se sitúa entre el orden y el desorden, existe un amplio espacio de encuentros y desencuentros, de armonías y disonancias, que nos permiten disfrutar, como decía el poeta francés Paul Valery, de «un momento delicioso», de un encuentro magnífico con un artista tremendamente significativo para poder entender lo que ha sido la práctica artística del último siglo.

El profesor y crítico Joan M. Minguet ha preparado para el IVAM una exposición llena de paradojas y aparentes contradicciones que nos remiten, fundamentalmente, a ese Miró más comprometido con la búsqueda y la investigación visual constante de un arte vivo y sin fronteras. Un Miró que hablaba de construir una pintura que le permitiera acercarse, con una actitud claramente política, a los públicos más amplios posibles, para lo cual necesitaba salirse del limitado círculo de los coleccionistas, las galerías o los museos y permitir que su obra se expresara en las plazas y jardines de las ciudades, en murales cerámicos, telas, escenografías teatrales, carteles en la calle,? Y todo ello, mediante signos pictóricos de un profundo sentido poético o con formas y colores llamativos que esconden más de lo que muestran, que callan más de lo que dicen, y donde el vacío o el silencio adquieren una relevante significación. Imágenes capaces de producir sensaciones y pensamientos tan variados que el espectador puede llegar a sentirse extraviado en la superficie del cuadro. De este modo, el orden estructural del artista puede llevar a un cierto desorden o incertidumbre al espectador; por tanto, será de la experiencia, la atención y los conocimientos del segundo de lo que dependerá la posibilidad de responder a los interrogantes que el autor nos ofrece en cada una de sus obras o que sus imágenes permanezcan silentes. Joan Miró no buscaba precisamente espectadores vagos o conformistas, al contrario, constantemente nos interpela y nos llama a posicionarnos, a tomar partido, a actuar.

Las asociaciones poéticas y aleatorias de las figuras de Miró nos acercan a un mundo surrealizante en el que mediante un gesto desenvuelto llena lienzos y paredes de imágenes inquietantes que nos hablan de mundos extraños y mágicos, pero bien reales y vivos. Miró fue un poeta que construyó, tal como escribe Minguet, «un alfabeto visual propio, aparentemente sencillo, pero con una formidable profundidad y variedad de sentidos». Un vocabulario con claras referencias a la tradición cultural mediterránea donde abundan las imágenes de la naturaleza, de mujeres, de pájaros o de estrellas y donde las emociones y los sentimientos pueden libremente expresarse. De igual modo, manchas informes conviven junto a personajes de formas monstruosas, poblando un universo convulso y distorsionado que conecta con sueños y pesadillas sin una significación aparente (aunque guarden una íntima relación con el arte románico del Pirineo catalán), pero mucho más profundo de lo que pudiéramos creer en un primer momento. La obra mironiana es un permanente juego entre realidad y ficción que nos mantiene alerta ante unos personajes, fantasmagóricos y distorsionados, que nos interesan profundamente y por ello, nos atraen y repelen al mismo tiempo.

La inspiración de Joan Miró es de una enorme vastedad, el vocabulario de sus obras procede de una amplitud de impulsos creativos tal que le permite crear una producción dilatada y fluctuante que no sólo le lleva a expresarse en cuadros y dibujos, sino también en centenares de grabados y litografías, esculturas o piezas de cerámica. Del mismo modo, es una experiencia decisiva para el artista catalán la colaboración con profesionales provenientes de otros oficios y formados en otras tradiciones (las artes gráficas, el telar, el mosaico...), son diferentes medios de expresión que le permiten multiplicar su obra, sin desnaturalizarla, y conseguir amplios niveles de circulación para llegar a muy distintos tipos

de público.

Observando las obras que componen esta exposición nos damos cuenta del atrevimiento y la insubordinación que caracteriza el conjunto de su producción artística, su manifiesto rechazo a acomodarse tranquilamente en un estilo o en una cómoda posición que le asegurara un sólido puesto en la historia del arte. Bien al contrario, a lo largo de su vida Miró fue capaz de conformar un lenguaje propio (lúdico y reflexivo) de una gran valentía (frecuenta tanto la desmesura imaginativa como la austeridad silenciosa) y con una clara dimensión de futuro (contrasta la invención poética y el compromiso político) que lo convierte en un artista profundamente contemporáneo.