Cuando en septiembre de 2016, un sector de militantes comprometidos con la ecología política valenciana, con una amplia trayectoria desde Els Verds y EV-Esquerra Ecologista, fuimos expulsados de Verds Equo de forma vergonzosa y arbitraria bajo las directrices del nuevo líder emergente, Julià Álvaro, y su círculo de confianza, pudimos comprobar con profunda decepción cómo las formaciones más defensoras de los valores de la nueva política podían caer presas con facilidad de falsos profetas y vendedores de crecepelo agazapados a la espera de su oportunidad de oro. Y éste fue el caso de la entrada y ascenso fulgurante del otrora periodista de Canal 9 quien aspiraba a ser califa de la Consellería de Medio Ambiente y que siempre procuró destacar en el brillo mediático con luz propia.

Para ello necesitaba urdir una red de complicidades internas con fidelización de partidarios (puestos institucionales y en el partido designados a dedo), eliminar cualquier atisbo de crítica o discrepancia interna fulminando a resistentes y reafirmándose como macho alfa en el partido. Pero, además, necesitó y lamentablemente obtuvo, el respaldo e inmunidad tanto de la cúpula de Compromís, como del conocido y cuestionado factótum de Equo, Juantxo López de Uralde.

Recuerdo, en las asambleas iniciales de Equo en El Micalet, cuando Álvaro se presentaba para distintos órganos internos y representaciones y, como nadie le conocía de ninguna trayectoria ni ecologista ni social, nadie le votaba. Cuando, tras el triunfo electoral de Compromís, Carles Arnal me perjuró que se quedaba en el partido para intentar evitar que la llegada a las instituciones contaminara la trayectoria intachable de nuestra organización mientras, abusando de la confianza de quienes compartimos con él tantos años de trabajo en pro de la ecología, se convirtía en el principal valedor del periodista y pagaba el precio, por su propio nombramiento como asesor y por la libertad para el diseño de una parte de la conselleria, mirando a otro lado y permitiendo que personajes siniestros, inexpertos, sin ninguna trayectoria ni formación se repartieran puestos en el gabinete de la consellera. Cuando, más tarde, el propio Arnal nos recomendaba paciencia en espera del momento preciso para deponer de sus cargos a los que se habían hecho con el control del partido utilizando los métodos más detestables de la vieja política y tracionando la ingenua acogida que les dispensamos al aceptarlos en la pata verde de Compromís, refiriéndose especialmente al actual secretario de Organización, Josep Ruiz. Recuerdo cuando desde la Plataforma por la Transparencia y la Democracia Participativa en VerdsEquo ya avisamos a los dirigentes de Compromís de los métodos inaceptables que esta camarilla estaba utilizando y de los que las nuevas formaciones de las izquierdas críticas y plurales deberían desembarazarse antes de que afectaran a su credibilidad.

Tras la vergüenza de las falsas acusaciones de Álvaro, Ruiz y compañía en los órganos internos de Equo para justificar nuestra expulsión, aduciendo además su propia autonomía para hacerlo sin recurso al supuesto partido federal (Equo lo es en sus estatutos, en la práctica VerdsEquo sólo lo ha sido para proteger sus intereses), tuvimos que soportar una rueda de prensa de la cúpula del partido en donde Carles Arnal, Giuseppe Grezzi y Juan Ponce daban la cara por la decisión adoptada aduciendo impagos de cuotas y, entre otras alucinaciones, insinuando una supuesta compra por parte del grupo empresarial Ecoembes, al que también se le acusó más tarde de estar financiando la oposición de sectores del Consell al SDDR. Una vez constatada la represalia por ejercer la libertad de expresión y el derecho a la libre organización política, recurrimos judicialmente la injusta decisión amparados en los dos derechos fundamentales y constitucionales antes mencionados, cuya vista definitiva se celebrará el próximo miércoles 7 de marzo bajo la dirección jurídica de Fran Sanz, letrado conocido por su infatigable lucha en defensa de organizaciones políticas más democráticas, más participativas, más honradas en definitiva.

Tras la reciente destitución de Julià Álvaro y de su equipo en episodios por entregas, verdadera crónica de una muerte anunciada donde las haya, nos queda aprender de los hechos, de los hechos y los no-hechos, es decir de la pasividad con la que se contempla el maltrato en el seno de las organizaciones políticas que se reclaman de las nuevas izquierdas alternativas al PP y al llamado régimen del 77, para que la vergüenza pública y el posible escarnio posterior eviten las tentaciones de otras camarillas y líderes «irremplazables» que tanto mal han hecho a la buena imagen y la credibilidad de las izquierdas en nuestro país de países.