A los roces que Isabel Bonig ya ha tenido con la dirección nacional del PP por la financiación y por el control del aparato provincial cabe ahora la posibilidad de añadir un tercero a cuenta del futuro candidato a la ciudad de València. Desafío tan atrevido al todopoderoso aparato tan solo se lo recuerdo a Alfonso Rus cuando exigió a Mariano Rajoy públicamente y ante miles de afiliados un mejor trato a los valencianos. En aquellos tiempos todos aplaudían.

El enigma en torno al candidato del PP a la capital sigue sin despejarse a pesar de que la designación se esperaba para principios de año. Si descartamos a quienes ya han ocupado una alcaldía en población cercana a València, pues serían considerados cuneros -es el caso de María José Catalá- y desechados otros procedentes de esferas alejadas del partido -personas independientes reconocidas en ámbitos como el deporte o la solidaridad- pues podría ser interpretado por las bases como un desprecio a la cantera del PP, la atención se focaliza en Esteban González Pons, el mirlo blanco. Pero el pájaro emigró hace años de la política valenciana y debe guardar en sus adentros el recuerdo amargo del desprecio de Rajoy, que en su primer gabinete del 2011, cuando Valencia lo daba como seguro ministro tras haber dirigido durante tres años la Vicesecretaría de Comunicación, prefirió a otros. Pronto olvidó el apoyo de Pons y de los populares valencianos en su difícil XVl congreso. De hecho, sigue sin querer recordarlo.

El eurodiputado ocupa en estos momentos la dulce portavocía en Bruselas y la vicepresidencia de los populares en Europa. Además, su sueldo -entre salario bruto, dietas y demás- supera con creces al del propio Rajoy, y por ende al de cualquier ministro. Añádase la proyección internacional de Pons en su actual destino. En esas circunstancias, el sacrificio se vislumbra difícil. Más aún por cuanto vendría a una lucha desigual, a contracorriente de los escándalos que sigue dando Gürtel y los que promete el caso Taula, entre otros.

En tales circunstancias, el panorama no pinta bien para el PP. Cabe la opción de que Bonig tenga un candidato oculto, puede que hasta parcialmente bendecido por Génova, pero si ese tapado no tiene el respaldo de las bases estará abocado al fracaso. Sólo si el elegido diera la gobernabilidad a los populares calmaría la situación, pero una nueva derrota añadiría gasolina al incendio. El agujero dejado por Rita Barberá va a ser difícil de llenar. Complicado papel espera al futuro candidato o candidata popular.