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El posfranquismo

Vi el otro día en una de las pocas emisoras de televisión que, pese a la cada vez más insufrible publicidad, todavía informan en lugar de sólo entretener, cuando no manipular, un programa dedicado a los herederos de Francisco Franco.

Denunciaban los entrevistados los privilegios de todo tipo de que gozaron y siguen gozando los descendientes del dictador, sus múltiples negocios, sus chanchullos económicos y el disfrute continuado de los títulos nobiliarios que aquél les concedió graciosamente.

Poseen fincas y propiedades inmobiliarias de todo tipo, incluso aparcamientos en el centro de algunas ciudades como Madrid; están en consejos de administración de empresas o se dedican a la buena vida mientras se quejan de la persecución de que son, según ellos, objeto por parte de la izquierda.

Muchos de ellos hicieron su personal fortuna gracias a los favores otorgados por el régimen a banqueros y empresarios que le eran afines, a las adjudicaciones y contratos para la realización de obra pública en un país destruido y empobrecido en la guerra civil.

Cuarenta años de paz y corrupción dan en efecto para mucho, y nuestro dictador murió, como sabemos, en la cama. Y eso se nota.

Criticaba también el programa las dificultades legales que, décadas después de su muerte, existen para la recuperación de propiedades donadas a Franco por supuesta voluntad popular.

Y acaso lo más incomprensible de todo: la de un par de valiosísimas esculturas del Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago de Compostela.

Yo me preguntaba, como sin duda se preguntarán muchos lectores, cómo es posible que todo eso esté sucediendo ante nuestros ojos en una democracia europea, metidos ya en el siglo XXI.

¿Cómo es posible que no se haya reparado hasta ahora el expolio? ¿Cómo puede ser también que ninguna de las empresas que utilizaron en la inmediata posguerra mano de obra esclava - es decir, a presos políticos- haya tenido que pagar por ello?

¿Es imaginable que existiese en Alemania una fundación Adolf Hitler como aquí existe la fundación Francisco Franco, dedicada a la defensa de la memoria del dictador?

De aquellos polvos vienen estos lodos: no se entienden los escándalos de corrupción que diariamente envenenan la vida política de este país sin lo ocurrido aquí en las décadas posteriores a la guerra civil.

Políticos y empresarios crecidos a la sombra de la dictadura y muchos de sus descendientes han seguido considerando a España, incluso ya en democracia, como su finca particular.

Y una parte de la ciudadanía, acostumbrada desde el franquismo a no meterse en política, o adormecido su espíritu crítico por la constante manipulación de ciertos medios, jamás les ha exigido explicaciones.

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