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Qué es un rey para mí

La monarquía me chirría un poco. Es tan rara, con sus toisones de oro y su ceremonial. Eso de llamarle a otro ser humano majestad me parece bizarro a más no poder, me entra la risa. Y, sin embargo, cada vez tengo más claro que la república no es garantía de nada.

Me contaron que la última vez que Felipe y Letizia estuvieron en Mallorca en visita oficial, los invitados se abrían a su paso como el Mar Rojo ante Moisés. No eran necesarios escoltas o responsables de protocolo, la gente simplemente se apartaba, consciente de que el contacto físico con los reyes era impensable. Me contaron también que no hubo invitado que no los observara detalladamente -sobre todo a la reina- para poder comentar luego la jugada, pero sin osar dirigirles la palabra o mantenerles la mirada.

Me pregunto qué debían de sentir los súbditos de Hugo Capeto -antepasado lejanísimo de Felipe VI- cuando, en plena Edad Media, se prosternaban ante un monarca ungido con aceite sagrado y dotado con la capacidad de curar a los enfermos con su sola presencia. Imagino que algo muy cercano a lo que sentimos hoy: curiosidad, unos; veneración otros. No en vano, Felipe VI es hijo de Juan Carlos I, designado rey por Franco, caudillo de España por la gracia de Dios. Ahí es nada.

A mí, la monarquía me chirría un poco. Es tan rara, con sus toisones de oro y su ceremonial; con sus primogénitos varones y sus nichos escurialenses. Esto de llamarle a otro ser humano majestad me parece bizarro a más no poder, me entra la risa. Y, sin embargo, cada vez tengo más claro que la república no es garantía de nada. Imaginen que, en nuestro país, la más alta representación del Estado recayera en un tipo como Trump o como Berlusconi. Ustedes argumentarán que, al menos, han sido votados por los ciudadanos y tendrán razón. Pero no es menos cierto que en España votamos muy raro, tan raro como en EE UU o Italia y podría haber pasado que José María Aznar hubiera sido jefe del Estado. ¡Los Aznar Botella, los mesiánicos y salvapatrias Aznar Botella como símbolo de la unidad de España! Es tan verosímil como aterrador. Los votos no han evitado la indecencia de tantos políticos que hoy están en prisión o calientan una poltrona en un consejo de administración de una eléctrica.

En este sentido, hay que recordar que el rey de España tiene muy poca capacidad decisoria así que, por esta parte, sus actuaciones no entrañan demasiado peligro. Las funciones reales se circunscriben a actuar como moderador, árbitro y representante. No creo que haya mucho que objetar acerca del papel de los reyes como diplomáticos o «embajadores de España» (esto lo dicen mucho los cortesanos). Si hubiéramos tenido que organizar un casting para elegir a una pareja seguramente se parecería bastante a los reyes: guapos, universitarios, elegantes y discretos. Quizás con un sueldo más bajo, pero los gastos de representación de cualquier república son también altísimos. No hay nada barato.

Pienso que la monarquía no es uno de los grandes males de España, los hay mucho más graves, y creo también que los españoles pocas veces pensamos en ella, solamente cuando intentan metérnosla con cucharita. Viene esto al hilo del famoso vídeo distribuido por la Casa Real -el de «pero sopla, hija»- con motivo del cincuenta cumpleaños de Felipe VI. Personalmente, me importa más bien poco el examen de Natu de Leonor, bastante tengo con los de mi hijo. Pero lo que además me pone de mal humor que se utilice todo el aparato del Estado para que amemos a los reyes, para que los sintamos cercanos, en suma, para que no les echemos. Y que para eso utilicen una comida que ni los monjes cistercienses: sopa de cardos y agua clara del pozo.

No es eso lo que yo quiero saber. Lo que me gustaría conocer es, por ejemplo, dónde pasan sus vacaciones los reyes, en qué país y a qué precio. Eso sería transparencia. Y ya que estamos, y dado que el rey no tuvo reparo en pronunciarse acerca de los acontecimientos en Cataluña, también me gustaría saber qué opina acerca de la pobreza energética que sufren muchos de sus súbditos, o de las miles de sus súbditas víctimas de la violencia de género. Habría querido oírle en los peores momentos de una crisis que dejó a miles de familias en la calle y cuando los bancos perpetraron un robo a gran escala al tesoro de este, su país.

Los cortesanos que rodearon a su padre le protegieron creando a su alrededor una burbuja hecha de halagos y silencio y eso no podía traer nada bueno. Nadie puede mantener una ficción eternamente y la de Juan Carlos I finalizó en Botsuana. Por eso me inquieta ese vídeo, esa visión edulcorada y complaciente de la realidad que pretenden que aceptemos sin cuestionarla. Aun así, me acuerdo que algunos de los países más avanzados de Europa tienen monarquías mayoritariamente aceptadas por la población y ello no ha impedido su progreso, que se convirtieran en referentes.

Además, es que me imagino a Aznar como jefe del Estado y...

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