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Recio

Elogio de la hoja de parra

La Hoja de Parra servía como rectificación artística de las partes pudendas en la escultura clásica, una manera ceremoniosa de tapar lo que no se quería ver utilizada igualmente tanto por los Papas de Roma como por la Reina Victoria de Inglaterra. Consistía en labrar una vaina vegetal que rectificaba el desnudo original de las piezas antiguas, aunque por dentro permanecieran en su forma original, porque lo que está, está, y modificar lo existente parece misión imposible. Sin embargo, voy a intentar labrar mi propia hoja de parra con el permiso de este periódico, ya que arrastro una desnudez cósmica que debió adecuarse a la hora de labrar la talla, y sin embargo no se hizo. Ni hoja será de otoño, ya que no pudo ser de primavera.

El 14 de julio de 2005 se publicó un artículo en el diario Levante-EMV que me está acompañando desde hace casi 13 años como una sombra implacable. Se trata del supuesto prostíbulo instalado en mi supuesta casa, y anoto los «supuestos» porque nunca hubo dicho establecimiento a mi cargo, y por tanto yo no lo instalé, entre otras cosas porque no era de mi propiedad aquella vivienda, sino que había vivido allí circunstancialmente mientras se realizaban las obras de mi verdadera casa, aparte de otras inexactitudes fácilmente comprobables como el que yo me hubiera divorciado en dichas fechas. Igualmente es verificable sin mucho problema que lo que sí existió fue un alquiler que duró menos de cinco días, pues a causa del revuelo surgido los inquilinos volaron raudos y desaparecieron para siempre, como el propio periódico publicó en su día. Se puede interrogar a los vecinos si ha sucedido allí algo más posteriormente a esa semana mediática de hace 13 años y por supuesto se puede comprobar tanto en juzgados como en policía que yo nunca fui acusado formalmente de proxeneta, ni mucho menos procesado por este delito, a pesar de que en muchas ocasiones me lo han atribuido atrevidamente con manifiesta mala intención. Mi certificado de penales está completamente limpio, y jamás he sido condenado por un delito penal en España ni en ningún otro lugar del mundo.

Mi conciencia está tranquila y mi historial, también. Descargarlo en estos momentos, aunque pueda tener el nimio valor de una hoja de parra, por lo menos mi visión personal de los hechos que tenía por archivados de luengos años atrás. Mi actitud desde entonces fue proseguir resueltamente y dejar a un lado una historia que creí anecdótica y pasajera, confiado en que el tema sería relegado en el tiempo por su propia falta de fundamento. Como defensa a mi derecho al honor publiqué posteriormente, el 16 de octubre de 2013, un artículo en este mismo diario detallando minuciosamente lo que ocurrió en aquel incidente tan manipulado, pero sin imaginar que resucitaría como una plaga que periódicamente se reproduce sin control, larvada como un virus mutante que acaba por ser parte de mi leyenda.

Al haber instado un proceso judicial para defenderme de las falsedades inventadas por otros medios, y que aprovechaban aquel episodio para alargar las ilegalidades durante años, llegando a involucrarme en delitos de amenazas, coacciones y hasta en un asesinato, ha quedado en evidencia que era necesaria una rectificación clara y contundente, pese al consejo de Winston Churchill, quien recomendaba no rectificar un enunciado para evitar que saliera dos veces: al difundirse y al rectificarse. En estos tiempos de Internet y de presencia permanente de los conceptos en el ciberespacio, veo necesario reiterar mi rectificación personal en contra de las afirmaciones realizadas en aquel artículo de 2005. Es la única manera de que no vuelvan a ser utilizadas torticeramente y que nadie se apoye en ellas para construir más mentiras. Si alguien lo intenta podré hacer valer esta rectificación que, no por haberse demorado más de lo debido, perdería su noble función reparadora. Simbólicamente creo justo que se me libere de esta cadena atada a mi pasado y por ello lo solicito al cabo de tanto tiempo. Más vale tarde que nunca.

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