En días pasados tuvo lugar una situación meteorológica llamativa pero en absoluto extraña. Si la última columna la dediqué a los anticiclones llovedores en esta ocasión voy a hacerlo a las bajas centradas y sus un tanto impredecibles efectos. Ya he insistido varias veces en el hecho de que no por tener una baja presión la lluvia es más segura y que, a veces, estar en el borde de un anticiclón que te aporta vientos marítimos de largo recorrido te puede asegurar más precipitación. En el caso de las borrascas, y eso sí que es para casi todo los casos y lugares igual, la parte más activa no es la que está justo en su centro, sino la de su sector delantero, especialmente si en este sector delantero confluyen vientos de origen marítimo. El centro de una borrasca viene a ser un poco, salvando las distancias, como el ojo de un ciclón tropical. En torno a ese centro giran las líneas de nubosidad y, precisamente por eso, no te suelen tocar las lluvias más activas. Hace más o menos una semana la gran situación depresionaria que afectó a toda la península ibérica iba generando un sinfín de pequeñas bajas de diámetro muy pequeño y, por tanto, difíciles de modelizar y predecir en su evolución. Por este motivo, te encontrabas en la obligación de hacer una predicción, no ya para el día siguiente, sino par al mismo día, y veías como los modelos marcaban evoluciones contrapuestas y cambiaban rápidamente de opinión, en horas, obligándote a ti a ir rectificando en lo posible. En algunos mapas las borrascas apenas tenían 50 o 100 km de diámetro y su posición exacta, así como su evolución, sólo te la marcaba un poco mejor el radar de precipitación o la imagen del Meteosat, y eso era decisivo para saber, horas o minutos antes, a quien le iba a tocar la lotería. Estaba claro en cualquier caso que no se iban a recoger registros espectaculares ni persistentes, pero la intriga de dónde iban a caer los chaparrones más fuertes estaba ahí. Para acabarlo de arreglar, en esos centros de borrasca se producen a veces fenómenos convectivos de pequeñas dimensiones, que se generan sobre tu cabeza sin haberlos podido pronosticar apenas, dejándote chaparrones incluso de nieve o nieve granulada. Lo cierto es que fue entretenido y obligó a hacer didáctica de lo imprevisible, y a la vez divertido, de estas situaciones