Hoy hace doscientos cincuenta años, el rey Carlos III sancionaba los estatutos de la Real Academia de San Carlos tras la insistente demanda de un grupo de ilustrados valencianos que, superando el desengaño inicial de la primitiva Academia de Santa Bárbara en 1754, hizo posible la constitución definitiva de una institución cuyos fundamentos originarios eran la sistematización de la enseñanza de las bellas artes y, por tanto, la transmisión reglada del conocimiento.

Un gesto colectivo lleno de dificultades que tuvo su acogida en los espacios de la universidad y que, a marchas forzadas, intentó acomodarse a los ámbitos de la modernidad, hasta el punto de que en el tránsito existente entre los dos intentos académicos (1754-1768) sus propios protagonistas abandonaron los cánones estéticos preestablecidos del tardobarroco, para incorporarse a las novedades racionales de los nuevos academicismos, denotando una actitud europeísta, puesto que sus reglas de funcionamiento, sus programas docentes, y sus conceptos estéticos, estuvieron inspirados en los de la Academia de San Fernando, y los de ésta en los de la Beaux Arts de París. Desde el inicio adoptaron una actuación rigurosa, pero al mismo tiempo pragmática; de tal suerte que, en 1784, la Academia incorporó a los estudios de pintura, escultura, arquitectura y grabado, los de «dibujos de flores y ornatos, aplicados a los tejidos» con la finalidad de apoyar a la industria sedera valenciana, evitando la importación de modelos foráneos, con la consiguiente reducción de costes.

Las enseñanzas de arquitectura se prolongaron hasta 1846, tras la creación en Madrid, en 1844, de la Escuela Superior de esa disciplina; la Escuela de Bellas Artes, se mantuvo en la Academia hasta 1934, cuando se institucionaliza como un organismo independiente, entretanto su profesorado continuaba compuesto mayoritariamente por académicos numerarios. Aunque el Museo de Bellas Artes ya existiese desde comienzos del siglo XIX, cuando se le dio carácter oficial en 1913 su primer director fue Luis Tramoyeres Blasco, secretario de la institución.

La lista de sus académicos ilustres se haría interminable. De hecho, entre profesores y alumnos se superpone a la de los protagonistas de toda la historia moderna de sus especialidades. A pesar de verme obligado a un apretado resumen, en esta fecha tan señalada no debo evitar los nombres de algunos que fueron especialmente relevantes. Entre los arquitectos: Antonio Gilabert, Vicente Gascó, Salvador Escrich, Francisco Mora o Javier Goerlich. Entre los pintores: José Vergara, Vicente López, Francisco de Goya, Mariano Salvador Maella, Emilio Sala, Ignacio Pinazo, Joaquín Sorolla, Cecilio Pla, Genaro Lahuerta, José Segrelles, Joaquín Michavila y Francisco Sebastián. Entre los escultores: José Esteve, Mariano Benlliure, Vicente Beltrán, Carmelo Vicent, José Mª Bayarri, Octavio Vicent o Silvestre de Edeta. Entre los músicos: Joaquín Rodrigo, Eduardo López-Chavarri, José Iturbi, José Báguena Soler, Amando Blanquer, Salvador Seguí, Mario Monreal o Matilde Salvador. Entre los humanistas e historiadores: Gregorio Mayáns, Luis Tramoyeres Blasco, Elías Tormo, José Sanchis Sivera, Felipe Mª Ortiz de Taranco, Vicente Aguilera Cerni. Asimismo, impresores tan notables como Benito Monfort; grabadores como Fernando Selma, Manuel Monfort, Rafael Esteve; y fotógrafos y cineastas como Francisco Jarque o Ricardo Muñoz Suay.

Así, como es fácil comprender, sobre los que en este momento tenemos la responsabilidad de responder a su legado recae una responsabilidad atrayente, pero indudablemente vinculada al compromiso y al esfuerzo. Como es bien conocido, hoy en día la Real Academia es una entidad consultiva de la Generalitat Valenciana al mismo nivel que el Consell Valencià de Cultura o la universidad, lo que supone emitir informes cualificados acerca del patrimonio histórico. Pero simultáneamente forma parte del Patronato del Museo de Bellas Artes y mantiene convenios de colaboración con numerosas entidades, entre ellas: la Conselleria d´Educació, Investigació, Cultura i Esport; l´Ajuntament de València; la Universitat de València; el Col·legi d´Arquitectes de la Comunitat Valenciana; la Diputació de València y otras más, con las que converge a través de iniciativas y de proyectos.

La Academia, tal como fijaban sus primeros estatutos, continúa siendo una entidad absolutamente independiente, compuesta, hoy en día, por cinco secciones (Pintura, Escultura, Imagen, Arquitectura y Música) que ha acumulado un impresionante patrimonio de más de 15.400 obras de arte y que autorregula la incorporación de sus nuevos miembros, con criterios de elevada experiencia científica y artística, disponibilidad, y compromiso. Entretanto, ninguno de sus integrantes recibe compensación económica alguna, ni por sus trabajos, ni por sus dedicaciones.

Pero la Academia es, asimismo, y va a seguir siéndolo cada vez más en el futuro, un núcleo de investigación: edita Archivo de arte valenciano, una publicación científica, indexada, fundada en 1915 y que se halla entre las más consultadas por los historiadores; ha publicado 24 volúmenes de la colección Investigació i documents, estudiando el arte valenciano de los últimos treinta años y, especialmente, durante la Transición. En este momento tiene en marcha un proyecto de I+D formando equipo con profesorado de la Universitat Politècnica de València y de la Universidad de Alicante; ha promovido tres ediciones del Concurso Internacional de Composición de música, al que han concurrido más de cincuenta obras de todos los continentes, y conjuntamente con Ámbito Cultural El Corte Inglés, ha culminado 18 ediciones de un Premio de pintura de convocatoria nacional. Paralelamente, mantiene una continuada actividad docente a través de convenios con Adeit, y su acción divulgadora se proyecta con ciclos de conferencias que son posteriormente publicadas. Durante los últimos años, acerca de La Catedral de València; la Historia del arte a través de los murales valencianos y durante este mismo ejercicio, Los vínculos del arte valenciano a lo largo de la historia.

Tantos lustros nos sitúan ante un nuevo reto y ante un impresionante futuro, que ofreceremos a todos los valencianos, como siempre hemos procurado hacerlo: con humildad, pero sin renunciar en modo alguno a nuestra independencia y a nuestro ánimo ilustrado.