Hace unos días, un lord del Partido Conservador británico dejaba perplejo al Parlamento al presentar su dimisión por llegar unos minutos tarde. La cuestión es que, como consecuencia del retraso, no pudo contestar a la pregunta de una parlamentaria laborista sobre la brecha salarial. El lord, Michel Bates, que es secretario de Desarrollo, pidió perdón a la diputada y presentó su dimisión por vergüenza. Un exceso de responsabilidad política al que no estamos acostumbrados. No cabe duda de la importancia de la pregunta que debía contestar. También parecen razonables las disculpas del lord. Lo que resulta excesivo es dimitir en un caso como este.

Aquí vivimos el exceso a la inversa: nos encontramos con situaciones que realmente deberían hacer dimitir a más de uno o de una, y, sin embargo, es muy difícil ver un ejercicio de decencia política a ese nivel. No hace mucho le preguntaron al presidente del Gobierno en un programa de radio acerca de la brecha salarial y su contestación fue: «No nos metamos en eso». Una respuesta vergonzosa frente a un problema real de desigualdad en el ámbito laboral por cuestión de género. Sobre todo, teniendo en cuenta el repunte que, según el INE, ha sufrido desde 2010. Recordemos que el asunto en el que no se quiere meter Mariano Rajoy, es la realidad de que muchas mujeres cobran menos que los hombres realizando el mismo trabajo por el hecho de ser mujeres. Mirar hacia otro lado en relación a la desigualdad no deja de ser una irresponsabilidad de quien ostenta, precisamente, la más alta responsabilidad política. Me pregunto qué podemos esperar las mujeres de un presidente así.

Por otro lado, está la cuestión de asumir responsabilidades políticas. En este tema, y como consecuencia de los numerosos casos de corrupción que invaden los tribunales, tampoco es que seamos un ejemplo a seguir. Sabemos que es mucha la corrupción y muy poca la responsabilidad política que se asume por ello. Cuando damos nuestra confianza a través del voto, esperamos una doble responsabilidad por parte de quienes nos van a representar: ser responsables a la hora de tomar las decisiones y la responsabilidad de asumir las consecuencias que se puedan derivar de esas decisiones.

No se trata de que nuestros políticos dimitan por llegar tarde a una sesión de control parlamentario. No les vamos a pedir tanto. Pero no estaría mal, por ejemplo, ver al presidente en modo responsable tomándose en serio el problema de la brecha salarial. También podría estar bien que, por citar otro ejemplo, se asumiera la responsabilidad de haber nombrado en su momento, o mantenido en el cargo, a ciertas personas que ahora están en la cárcel o siendo investigadas por corrupción. Todo ello, sin olvidar la importancia de que seamos una sociedad exigente frente al ejercicio irresponsable de la política.