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Liturgia oficial o religiosidad popular

La Iglesia oficial, que sigue sin adecuarse en muchas cosas al Concilio Vaticano II, intenta encorsetar a su modo -a golpe de Derecho Canónico y clericalismo- a la popular y populosa Semana Santa Marinera, que existe gracias a los laicos y que algún día podría desaparecer en su formato actual por las actitudes de la clerecía en su lógica lucha porque se le dé más importancia a sus oficios litúrgicos y no a la procesiones por las calles.

Decía el escritor y pensador católico Paul Claudel que «no importa como llamemos a Dios si lo ponemos a nuestra altura». De eso se trata en la Semana Santa Marinera, de instalarlo, de revivirlo en la calle a la manera mediterránea, que es lo que antropológicamente somos.

Lo he vivido y experimentado personalmente. Hace años me hicieron pretoriano de honor un grupo de estibadores del puerto que orgullosos mantienen la Cofradía de Pretorianos, luego hermano mayor honorario del Salvador, imagen que arrastra miles de devotos por la calle cuando sale, últimamente con el Jesús de Medinaceli de santa María del Mar. Me ha impresionado siempre en todos ellos su gran fe y devoción.

El 3 de abril de 1987 me encargaron hiciera el Pregón de la Semana Santa Marinera en el que subrayaba que «gracies a la gent de la mar, cada Semana Santa, el record de Jesús es fa viu pels carrers, gracies als valencians de la mar».

La Semana Santa Marinera es una manera de hacer presente a Dios y sus cosas entre la gente que, por lo general no entiende los gestos y símbolos, las palabras de la Liturgia Oficial de la Iglesia, que convierte a las personas por lo general en sujetos pasivos y no activos de las celebraciones.

«Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (I Tim 2,4). Todos, no sólo los selectos, los supercultos o superinstruidos académicamente. Dice el Vaticano II que «La sagrada Liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia, pues para que los hombres puedan llegar a la Liturgia es necesario que antes sean llamados a la fe y a la conversión: «¿Cómo invocarán a Aquel en quien no han creído? ¿O cómo creerán en Él sin haber oído de Él? ¿Y cómo oirán si nadie les predica? ¿Y cómo predicarán si no son enviados?» (Rom., 10,14-15)"7.

En la piedad y religiosidad popular hay valiosos elementos de fe que preparan el camino para una fe madura y plena y serán los pastores de la Iglesia quienes deben acompañar y discernir esa fe del pueblo llano. Lo dice el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia.: «La piedad popular no puede ser ni ignorada ni tratada con indiferencia o desprecio, porque es rica en valores, y ya de por sí expresa la actitud religiosa ante Dios; pero tiene necesidad de ser continuamente evangelizada, para que la fe que expresa, llegue a ser un acto cada vez más maduro y auténtico». Tanto los ejercicios de piedad del pueblo cristiano, como otras formas de devoción, son acogidos y recomendados, siempre que no sustituyan y no se mezclen con las celebraciones litúrgicas. Y ahí entra la labor de los clérigos, de los teólogos, encauzar, aunar, trabajar para que liturgia y religiosidad popular sumen, no anular, deshacer, destruir, arrasar o aniquilar.

La piedad popular es «lugar de encuentro con Jesucristo». Como no notarlo el Domingo de Ramos con la procesión de Palmas, la procesión del silencio, la de la Virgen Dolorosa, el vía crucis, el encuentro, el Cristo en la playa, € Más que como una tensión y conflicto Liturgia-Religiosidad Popular, la Iglesia debiera ver estos acontecimientos como una peculiar manera de vivir la fe el pueblo, expresión auténtica de la fe católica, respetarla y ponerla al servicio de la Liturgia oficial para complementarla a fin de hacerla inteligible a determinados sectores del pueblo.

Menos clericalismo y Derecho Canónico y más antropología humana es lo que, en mi parecer, necesita la Iglesia, máxime ahora que está empeñada en una necesaria Nueva Evangelización.

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