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Sólo sí es sí

El concepto que tienen los hombres (especialmente los jóvenes primitivos y atiborrados de pornografía) es muy diferente del que tienen las mujeres y las jóvenes sobre lo que es relacionarse sexualmente con una persona. De manera que no es nada extraño que, desde los presuntos violadores de la manada, desde quienes están de acuerdo con la violación de las mujeres, y hasta sus abogados, se esfuercen para que todo el mundo comparta su idea: relacionarse sexualmente con una mujer permite a los hombres hacer con ella lo que quieran, lo que más les plazca, lo que les produzca gracia, goce, buenas vibraciones, sentirse bien y, sobre todo, que empodere su ideología de la supremacía masculina. Establecer quién manda, quién debe obedecer; quién tiene derecho a establecer las reglas del juego y quién tiene que seguirlas. Quién tiene el poder de humillar y quién debe ser humillada. En esto consiste el machismo. En esto consiste las relaciones sexuales que los hombres machistas defienden y practican. Son ignorantes: no saben lo que significa compartir; no saben en qué consiste tener en cuenta a la otra persona; ni son conscientes de que lo que practican ni siquiera es una práctica animal. Que lo de ser un ser humano es distinto a ser una bestia.

La cultura machista ¡tan terrible por sus consecuencias para las mujeres!, construida por los hombres y para los hombres (y las colaboradoras necesarias), elabora representaciones de mujeres libres para colocarlas a los pies de los caballos y proporcionarles a los que mandan una coartada perfecta para utilizar el cuerpo de las mujeres como los amos decidan sin que importe lo que ellas piensen o quieran.

Los integrantes de la manada y sus abogados defensores quieren convencernos de que aquéllos mantuvieron relaciones sexuales consentidas con la mujer afectada por la presunta violación que ella denunció. Resulta que estos individuos para tener sexo con una mujer lo hacen en grupo de cinco. Es como si, uno a uno, no fueran lo suficientemente capaces de relacionarse sexualmente con una persona. No es sexo, sino la utilización de la violencia para satisfacción de la horda dominante.

Resulta que los cinco de la manada grabaron la supuesta violación con dos móviles. Es como si consideraran que lo que iban a hacer debía ser filmado, certificado, lacrado y sellado para mostrárselo a otros que, como ellos, tienen que demostrar su hombría teniendo sexo con una mujer que no habla; y a eso le llaman relaciones sexuales consentidas.

Resulta que no puedo certificar cuántas especies animales tienen similar comportamiento sexual con las hembras, pero sí sé que al ser humano se le supone un sistema cognitivo superior al de los animales que le debería hacer preguntarse ¿qué hago -o hacemos- aquí? ¿Qué quiero -o queremos- hacer? ¿Cuáles pueden ser las consecuencias de lo que estoy -estamos- haciendo aquí? ¿A quién tengo -o tenemos- en nuestras manos? ¿Esta mujer quiere lo mismo que nosotros cinco? ¿Esta mujer, y otras muchas mujeres también, están al tanto de lo que yo -nosotros- hemos pensado hacer con ella? ¿Esta persona es libre -que quiere decir que está informada de quiénes somos nosotros y de lo que queremos hacer con ella- para relacionarse sexualmente con un grupo de cinco tíos como nosotros? ¿Esta mujer y otras muchas mujeres de hoy tienen la misma querencia que nosotros por las prácticas sexuales pornográficas de sometimiento y subordinación al macho y, por tanto, puede/pueden decidir libremente relacionarse con nosotros cinco? Estas preguntas se las haría un ser humano racional, acompañado de otros seres humanos racionales. Las bestias, no, porque no piensan.

En noviembre salió a la calle, libre, José Diego Yllanes, el asesino de la joven enfermera Nagore Laffage, a quien mató porque se negó a tener sexo con él. Hoy, libre, en la calle; ella, muerta. Esta es la consecuencia de la cultura de la violación construida desde el machismo. Pero las consecuencias siempre las pagan las mismas. Para que haya consentimiento, «sólo sí es sí».

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