La situación de la mujer en el mundo laboral dista mucho de la obtención de la igualdad real y ello a pesar de contar con un marco teórico que proporciona instrumentos jurídicos para combatir las discriminaciones por razón de sexo. Han pasado casi once años desde que se publicara la Ley Orgánica 3/2007, para la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres y casi diez desde el estallido de la gran crisis económica. Esta coincidencia ha servido de coartada para que las políticas de igualdad y las medidas para combatir las discriminaciones se abandonaran en la práctica. La promoción de la igualdad material y la lucha contra las discriminaciones por causa del sexo retrocedieron con el pretexto de las grandes dificultades económicas.

Aunque las estadísticas oficiales puedan servir para identificar un leve crecimiento del empleo femenino, en realidad estas sitúan a las trabajadoras en una situación de gran precariedad e inseguridad económica. Son desproporcionadamente más en el tiempo parcial, pero también lo son más en el empleo de duración determinada. Qué decir de la diferencia salarial adversa hacia las mujeres, de la distribución social de ocupaciones entre ambos sexos reforzada a través de estereotipos sociales (limpieza, hostelería, servicios de cuidado y atención social), de la doble jornada, de la asunción mayoritaria de las tareas de cuidado, como resultado de las distintas expectativas que la sociedad se hace sobre las trayectorias vitales de hombres y mujeres.

En este contexto, cobra todo el sentido la huelga del día 8 de marzo, una huelga feminista, secundada por sindicatos y algunas fuerzas políticas, que pretende visibilizar la desigualdad real que afecta a las mujeres,poniendo el acento en el tiempo que dedicamos a las tareas de cuidado y domésticas.

Esta realidad no es ajena a la que las mujeres universitarias, estudiantes, PAS y PDI, vivimos. En ninguna estadística aparece cuantificado el coste adicional que para nosotras comporta emprendery continuar el camino universitario. Se ha avanzado en la igualdad formal y se nos dice, ahora, que se abre para la Universitat de València una oportunidad «histórica» para que una mujer sea la primera rectora. La pregunta es si el acceso de una mujer a esta posición de poder es positivo per se o si puede convertirse en una mera imagen, un espejismo de igualdad que sirva de coartada para que nada cambie.

Si el acceso de la mujer al poder, como señala Mary Beard, se produce con aceptación y sumisión de las estructuras de poder masculinas, su ascenso sirve para encubrir y perpetuar situaciones de desigualdad. Es imprescindible que la comunidad universitaria reflexione sobre su trayectoria vital y profesional y que, más allá de las promesas electorales, analice lo que durante estos últimos años quien estuvo en el gobierno de la Universitat pudo hacer a favor de la igualdad de las mujeres universitarias.

Las mujeres que integramos la candidatura de Vicent Martínez (la única que integra más mujeres que hombres en su equipo) queremos manifestar nuestro compromiso para trabajar por alcanzar la igualdad real en la Universitat, conscientes de que la misma es imposible de obtener sin la complicidad de nuestros compañeros varones, que en nuestro caso, se encuentran igualmente comprometidos en la deconstrucción del sistema patriarcal. Confiamos en ellos, igual que ellos lo hacen en nosotras.