Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Alfons García03

Quemando el futuro

Santiago Sierra entiende el arte como provocación. Y al revés. Su palabra preferida es ´no´, con la que realizó una campaña artística mundial. Sierra estuvo el 30 de junio de 2012 en València, después de levantar otro escándalo por decir no al Premio Nacional de Artes Plásticas dotado con 30.000 euros que concede el Ministerio de Cultura. Casi en secreto, plantó en un solar del Cabanyal durante unos minutos unas letras de cartón piedra que había construido con el artista fallero Manolo Martín y las quemó. El mensaje decía «Future». Sierra, un punk llegado con retraso, quería abrir los ojos sobre el autocomplaciente mundo occidental (y accidental) de hoy, que mira por encima del hombro al resto del planeta, y ni se da cuenta de que sigue practicando la censura de aquello que molesta. El progreso, ese viejo anhelo de la Ilustración, convertido en cenizas.

Sierra ha conseguido ahora lo que buscaba con la retirada forzada de ARCO de sus retratos pixelados de presos políticos. ¿Es un país aceptable aquel que no tolera que un artista (o quien sea) defienda públicamente que Oriol Junqueras o los Jordis son presos políticos? Sierra ha destapado los ojos a una sociedad anestesiada en el bucle catalán.

Sierra, no siempre certero en sus actuaciones al filo de lo posible, ha desvelado un país en el que quienes gobiernan y la portavoz del principal partido de la oposición (¿qué ha sido del PSOE del no es no?) están de acuerdo en que en 2018 se pueda censurar una obra porque molesta a la mayoría. Como señaló con fuego en València, estamos quemando el progreso. Un futuro que llevará mal la revisión de un tiempo en el que lo que quedará también, aventuró, es que unos dirigentes políticos huyeron a otros países para defender sus ideas. Un tiempo intolerante a lo políticamente incorrecto y donde se práctica la caza del que se sale del carril.

Vale lo último para el último escarnio público al secretario autonómico de Empleo, Enric Nomdedéu, tan acostumbrado a meter la pata en internet que va por las redes con una disculpa preparada en la manga. No comparto su habitual estilo justiciero, pero me gusta menos la persecución iniciada contra él estos días por un supuesto mensaje machista.

Dijo que la número dos del PPCV, Eva Ortiz, tras utilizar munición equivocada (o al menos cargada con más pólvora de la necesaria) contra Enric Morera y Mónica Oltra, actuaba «como un chimpancé con una ballesta». O sea, que disparaba sin criterio. ¿Fue un comentario sexista? Muchos, de izquierda y derecha, lo han visto así. Incluso él, dada su disculpa rápida, parece que no termina de tenerlo claro. Lo más interesante es el dilema servido: ¿cómo hablar cuando estamos frente a un asunto de igualdad? ¿Es uno machista si opina lo contrario que la mayoría en este caso?

Una de las series favoritas de Ximo Puig es El puente (Bron), una historia policiaca escandinava a partir de la aparición de un cadáver en la mitad del puente que une Suecia y Dinamarca. ¿A quién pertenece el muerto? El pretendido caso Nomdedéu nos pone en ese lugar, en ese puente entre la verdad y la igualdad.

Compartir el artículo

stats