Recuerdo El laberinto del Fauno como una extraordinaria película del género fantástico dirigida por Guillermo del Toro, ambientada en la posguerra española, en la que de forma imaginativa e inquietante se narra como una joven se encuentra con un fauno en las ruinas de un laberinto, donde la extraña criatura le revela que ella es en realidad una princesa a quien los suyos esperan desde hace mucho tiempo, si bien para poder regresar a su mágico reino la niña deberá superar varias pruebas.

Y la evocación de esta película se encuentra presente en mí al leer que el realizador mejicano estrena en España su ya muy premiada película titulada La forma del agua, respecto de la cual señala que la considera un trabajo muy personal, y que la define como «un cuento de hadas para tiempos difíciles».

A lo que añado que es una película que se desarrolla a modo de fábula poética de ciencia ficción, ambientada en un laboratorio secreto en los años sesenta en el que el ejército estadounidense tiene confinado y sometido a feroces torturas en nombre de la seguridad nacional a un monstruo mitad pez y mitad humano capturado en el Amazonas, que viene a ser una mezcla de anfibio y de hombre, con quien la protagonista, que es una mujer de la limpieza solitaria y muda, vivirá una pasional relación.

Y ambas películas, El laberinto del fauno y La forma del agua, y las palabras del cineasta me recuerdan que una imaginación creativa es un poderoso elemento de crecimiento personal, para lo cual hay que ver los resultados deseados visualizando la imagen que se pretende y creando emociones positivas, sin limitar dicho poder de imaginar en cuanto a metas, sueños y éxitos.

Y ello porque las fantasías positivas nos ayudan a desarrollar proyectos e ilusiones, aportando perseverancia, optimismo y resiliencia, al nacer como convicciones que nutren positivamente al sujeto, permitiéndole encontrar lo mejor de cada situación, pues todas las grandes realizaciones se han iniciado con una idea o proyecto que con esfuerzo y motivación se han llegado a cumplir.

Y como me encanta soñar y enfrentarme a retos y objetivos, pues con esa ilusión mi mente se abre a nuevas oportunidades y me siento más optimista y alegre, procuro centrar mi esfuerzo en todo aquello que deseo, para poder seguir adelante con mis ilusiones y anhelos, he disfrutado con la trama de La forma del agua que me ha resultado emotiva y mágica, romántica y sensible, brillante y profunda, de trascendente argumento y de emotiva ternura, representando un canto a la seducción de lo distinto y una oda a la ternura de los marginados e incomprendidos.