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Divorcios millonarios: ¿Prevenir o llorar?

Justo cuando aún resuena el eco de las consecuencias desastrosas de los efectos del divorcio del tenista Feliciano López, es ahora otra extenista, Arantxa Sánchez Vicario, la que es actualidad con titulares y contenidos que apuntan presuntamente a su ruina económica, presunta pérdida de sus preciados trofeos y hasta deberá luchar por la custodia de sus dos hijos menores de edad en un proceso que parece vislumbrarse cuanto menos difícil, doloroso, y es posible que hasta despiadado, como consecuencia de la petición de divorcio por parte de su esposo Josep Santacana.

Muchos pensarán que era un divorcio previsible, otros que debió hacer caso a su familia y no casarse. Pero yo les digo que cada persona tiene derecho a equivocarse aunque arruinarse económica, social y emocionalmente, por una desacertada elección o pérdidas de afectos, es otra cosa. No podemos permitir que una ceguera amorosa nos vacíe los bolsillos y hasta la propia vida. Nadie vale tanto, ni nosotros tan poco.

La carrera de un deportista de élite o un millonario empresarial cuesta mucho de forjar pero se puede perder por falta de una firma previsora. ¿Por qué a los españoles les cuesta tanto hablar de dinero y fijar las condiciones económicas de las consecuencias de una posible ruptura antes del enlace? ¿Miedos infundados a ser abandonados? En ese caso, ¿no sería mejor dejados a pie de altar que arruinados en un sofá lamiéndose las heridas?

Vivimos en una sociedad del repuesto fácil, del recambio al primer avistamiento de posibles problemas, porque resulta más cómodo iniciar una nueva relación que reconstruir la antigua. Ello hace, entre otras cosas, que en la actualidad las rupturas y los divorcios sean cada vez más frecuentes. Y esta es una realidad que debemos y tenemos la responsabilidad de asumir. No vale mirar hacia otro lado. Ya no.

Los que dicen no necesitar papeles ni para casarse, ni para regular las consecuencias de un posible divorcio, suelen acabar firmando el triple de papeles en peores condiciones y consecuencias que si lo hubieran hecho con una sola firma. También con un mayor coste de abogados y sin duda de inseguridad jurídica.

Lamentablemente, se habla desde la ignorancia producto del desconocimiento y, lo que es peor, de creer que se tiene la información por lecturas de supuestos semejantes en revistas, o casos de amigos y/o conocidos. Nada más contraproducente. Es preferible no saber nada, admitirlo y asesorarse por un profesional especialista, que dar por hechos supuestos y consecuencias desconocidas.

Finalmente, resulta indiscutible que en temas de rupturas afectivas, quien más pierde es siempre quien más posee. Grandes fortunas provenientes del esfuerzo, sacrificio y tesón de muchos deportistas de élite y empresarios acaudalados cambian de manos abultando la cuenta bancaria de sus cónyuges que, sin importar los motivos del cese, han hecho de su matrimonio o divorcio un negocio muy rentable. ¿Quién debe tomar preocupaciones pues? Sin dudarlo, el que más tiene que perder.

¿Prevenir o llorar? Una consulta profesional experta a tiempo le ahorrará muchas lágrimas después, créame. Y si no lo hace por usted, hágalo por todos aquellos que le ayudaron a ser quien es, a poseer lo que posee, a alcanzar su éxito. No les haga espectadores y sufridores de su fracaso. No lo merecen.

En esta vida firmamos papeles para protegernos de todo y por todo: de accidentes de coche firmando pólizas de seguro, de salud, firmando el consentimiento de pruebas médicas, de los vendedores de pisos, firmando escrituras de propiedad, del salario, firmando contratos laborales. Es más, firmamos hasta nuestro funeral contratando el correspondiente seguro de decesos, y un largo etcétera? ¿Por qué no firmar un acuerdo antes de casarse o emparejarse para proteger su dinero, sus bienes y hasta parte de su salud? Sin duda, sería su firma de más valor.

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