Cada día estamos bombardeados por noticias sobre migrantes que enfrentan viajes muy peligrosos hacia países de primer mundo, travesías que casi siempre acaban en catástrofe. ¿Cómo puede un fenómeno tan impresionante seguir sin solución? ¿Cómo podemos permanecer indiferentes ante niños y mujeres desesperados, en busca de una vida mejor?

Las autoridades políticas parecen preocuparse del asunto en cuanto ocurre, es decir, proporcionando ayuda y socorro inmediatos. Se aprestan viviendas de emergencia, alimentos, ropa, medicamentos, apoyo psicológico€Todo el mundo les echa una mano como puede. Sin embargo, ¿qué le pasa a esta gente después de la llegada? ¿Cómo se podría evitar que esta corriente humana siga navegando en aguas turbias? Algunos países están a favor de la integración e incorporan a los inmigrantes en su propio entorno dándoles la posibilidad de encontrar trabajo y de tener una vida mejor, con los mismos derechos que los demás ciudadanos nativos. No obstante, es posible registrar, en este caso, una frecuente reacción negativa hacia colectivos extranjeros: la mayoría de los autóctonos se queja de la excesiva presencia de inmigrantes en su pueblo o ciudad y acaba identificándolos como a los responsables de lo que no funciona. A este punto me pregunto: ¿es posible que -al final- los inmigrantes sean la causa de todos los desórdenes sociales - violencia, robos, falta de empleo€- y que sean solo ellos los culpables? Para otros países, en cambio, la solución definitiva es la de bloquear a esta gente antes de que logre alcanzar cualquier frontera e impedirle así la llegada: se trata de una política de mano dura, la misma adoptada por el presidente Trump, quien dispuso construir nuevas murallas para poner en práctica solo medidas restrictivas y detener así la avalancha migratoria. A dicho respecto, ¿quién no ha visto las fotos inquietantes de la enorme barrera construida entre México y Estados Unidos? En todo caso, al fin y al cabo, la historia parece seguir adelante igualmente y si un muro se crea, otro se destruye. Por último, ¿cuál sería, de verdad, la solución más humana y concretamente realizable?

Personalmente, pienso que si bien -por un lado- se les debería dar una posibilidad a los inmigrantes para que no vuelvan a esos lugares de donde han huido, por otro, ellos tendrían que estarles agradecidos a los países de acogida y sobre todo tener respeto al nuevo entorno. En todo el mundo hay reglas y un orden establecidos: una buena conducta es indispensable para una convivencia social serena y pacífica. ¿Todo esto se va a realizar de verdad o seguirá siendo una utopía?

Alessia Ozzano, Gavazzana (Alessandria, Italia).